La noticia de que éste año (pletórico en reuniones) volverían los Smashing Pumpkins, con disco incluido, provocó cierta alegría y expectativa entre la numerosa fanaticada que la banda cosechó durante la década pasada. Pero este esperado “retorno” se desvirtuó rápidamente: no todos los miembros de la banda aceptaron los términos de la reunión, dejando casi sólo a un desamparado Billy Corgan, que tuvo que encontrar nuevas formas para encauzar el proyecto. Fue así que, de todas maneras, Corgan se propuso continuar con la grabación del disco Zeitgeist con una nueva banda, salvo el único “pumpkin” que aceptó volver, Jimmy Chamberlain, en la batería. Lo anterior generó una marcada división de opiniones acerca del “retorno” de una de las bandas más importantes de los noventa.
Afirmar, de entrada, que el disco es malo no sería muy justo. Tratemos de comprender esto como en aquellas novelas en las que uno escoge su propia aventura, y leyendo: aquí sí, allá no, saltando páginas, se construye un texto, y con éste –al encontrar un desenlace apropiado- se ha armado la obra. Intentémoslo, entonces, como modelo para comentar el último disco de esta banda. Si usted es fanático de los Pumpkins y espera encontrar en el Zeitgeist un nuevo Siamese Dream o un Adore, probablemente esta placa no sea de su agrado: no lea el párrafo siguiente. Si a usted le gustó el disco solista de Billy Corgan, The Future Embrace y disfrutó con la banda Zwan, es muy posible que este disco le guste: puede leer el siguiente párrafo. Y si usted desea escuchar un disco medianamente bueno y bien producido, puede leer el siguiente párrafo también.
Si metemos en nuestra cabeza que el Zeitgeist no es una placa de los Pumpkins, ésta será de nuestro agrado. Se nota un buen trabajo en la mayoría de las canciones, aunque no en todas, eso sí. La banda crea un sonido que, aún siendo en partes típico de los Pumkins, logra diferenciarse de la sombra de aquel monstruo, y en ciertas ocasiones hasta muestra vestigios de un sonido propio. El disco se puede también comprender sonoramente como una pirámide invertida. Las canciones van decayendo con el pasar del disco. Con esto no digo que el último tema sea pésimo, sino que la sobreproducción, en algunos casos, se convierte en un factor perjudicial. Fuera de esa observación, el disco se deja oír fácilmente. Conforme uno lo escucha va adquiriendo cierto gusto, aunque mínimo, por una producción que no será considerada como una de las mejores del año, pero que estará ahí, justo en el medio.
Si tomamos al Zeitgeist como un disco de los Pumpkins, no encontraremos muchas cosas favorables, comenzando por un sonido que quiere imitar los mejores años de la banda, pero que no lo consigue, teniendo como resultado una pésima repetición sonora, más parecida a la de una banda “tributo” que otra cosa. A medida que uno va escuchando el disco, los temas llegan a hastiar porque son excesivamente incisivos en una formula; incluyendo el par de “baladas” que no llevan a ninguna parte, emparedadas entre guitarras violentas, que se clisan como cristales. No es un disco para nada novedoso, por mucho que uno quiera no será capaz de encontrar algo que realmente valga la pena en el tan esperado regreso. Tal vez no jugar con el nombre de los Smashing Pumpkins habría sido balsámico para presentar el disco como algo un poco más lejano de la sombra de esta banda, cosa que no consigue (ni creo haya intentado) lo hecho por Corgan en Zeitgeist.
¿Acaso Billy Corgan no se cansa de hacer lo mismo, sabiendo que los trabajos alternos de los Pumpkins -que sonaban muy similar a esta banda, no lo podemos negar- no fueron tan bien recibidos? ¿Qué está pasando? Quizás podemos encontrar una respuesta pensando primeramente en el éxito comercial que tendría un nuevo disco de los Smashing Pumpkins; ni Corgan solista, ni Zwan, ni otra banda con el pelado frontman, venderían tanto. Además, la “reunión” trae consigo una gira, acolchada por viejos hits infalibles, asegurando por completo el triunfo económico de este proyecto de reencuentro.
Pero esto no queda ahí. La negativa de participar en esta reunión, tanto del guitarrista James Iha como de la bajista D’arcy Wretzky, mataron toda aspiración posible de un retorno de la banda en su más conocida formación. Entonces Corgan, que accedió a re-formar la banda de cualquier modo, nos ofrece como sucedáneo un producto en el que el nombre es el mismo, pero los músicos ya no. Y es quizás ahí donde surge el problema, en el nombre. El sonido del “espíritu de los tiempos” (lo que en alemán significa, aproximadamente, zeitgeist) ya es una carga adicional para sumar al estandarte demasiado pesado del legado de los Pumpkins.
Más allá de nombres y derechos legales, la banda efectivamente volvió, pero a medias. Retornó, pero su disco, musicalmente hablando, no tuvo el mismo impacto que los mejores lanzamientos de la agrupación, allá descolgándonos por la mitad de la década pasada. Nos dicen que son los Pumpkins, y a momentos –aunque sólo en la voz de Corgan o en la rudeza de su guitarra- se los percibe, pero uno siente un vacío infumable al escuchar el disco. Cómo que nos han robado algo. De todas maneras, el Zeitgeist puede ser apreciado desde varios ángulos, y quizás de eso dependa la aprobación para el mismo. Y es que al escucharlo uno no sabe si es un disco de los Pumpkins, Corgan, Zwan o de alguna otra banda “tributo” a la agrupación emblemática del rock alternativo noventoso. Suena a todos los anteriores, pero a nada en específico, dejando al Zeitgeist como un mediano y cuestionable disco, que sólo marcó el retorno del nombre de una banda, nada más.
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