domingo, mayo 21, 2006

Crash


Las pasadas semanas nuestros siempre oportunos distribuidores tuvieron la suficiente gallardía para presentarnos una película que, si bien tiene el reluciente cartel de “Oscar a la Mejor Película 2006”, no se trata precisamente de una “rompe taquillas” por naturaleza; aunque tampoco es una apuesta tan arriesgada como proyectar alguna ignota película europea o un experimento de cine – arte. Claro que nos llega ya con bastante retraso (la película proviene del 2004) y abundantes copias pirata de por medio. Hablamos de “Crash”, o “Alto Impacto” como decidieron bautizarla en español.


“Crash” nos presenta un retrato de la ciudad de Los Angeles, vista desde la marginalidad y también desde dentro de la sociedad establecida, pero igualmente marginada, aunque esta vez por distintos tipos de relaciones conceptúales, estrechamente ligadas a los prejuicios y a un modelo de esquemas mentales profundamente colonialista (o como en Bolivia, neo-colonial). Componiendo una descripción desangelada de la ciudad más innegablemente multicultural y multirracial de los Estados Unidos, observada con igual crudeza desde la cúspide del poder como desde lo más bajo de esta urbe.

La dirección y el guión de la película están en manos del premiado e indudablemente capaz Paul Haggis, que esta vez debuta también como director. Haggis se ha labrado una reputación de solvencia y solidez en sus trabajos, libres de efectismos y bastante sobrios; además de gozar de una portentosa capacidad para capturar el discurso y sensibilidad de la sociedad americana contemporánea de una forma fiel, creíble y depurada, cercana en su lograda construcción a la obra del dramaturgo Tenesse Williams. Pero “Crash” parece no haber respondido a las expectativas creadas por este brillante currículum.


El problema principal del film recae, paradójicamente, en el guión más que en cualquier otro aspecto técnico que podría hasta perdonarse a un director novato. Sucede que, para mi gusto, la guionización abusa del cliché y hace de los estereotipos una suerte de absolutos sociológicos más que simples instrumentos para sugerir actitudes relacionadas con la intolerancia. Me explico, a momentos el hilo narrativo se sostiene solamente en el hecho, en extremo predecible, que le correspondería ejecutar a cada “estereotipo” según su naturaleza. Por ejemplo, el “negro” roba porque así le toca por ser pobre o si está mejor acomodado termina traicionando sus principios y actúa como un “blanco” aburguesado, etc. Así llega un momento en el que no queda del todo claro cuando solamente se está empleando el estereotipo con fines “didácticos” y no apologéticos de la actual política de Bush, por decir algo.


Y así es inevitable la aparición del melodrama excesivo y tristemente abundante, a momentos espoleado por la sobreactuación de algunos de los actores que figuran en el “estelar” reparto (Sandra Bullock, Brendan Fraser o Thandie Newton por ejemplo) o empantanado en la modorra de otros de los interpretes que se pasean en sus breves papeles (Don Cheadle está en su usual forma, pero el personaje pudo haberle demandado más) y hasta hay una que otra actuación notable (Michael Peña o Matt Dillon, quien encarna un muy efectivo policía intolerante, abusivo y racista) . Tal vez la faceta de dirección de actores pueda ser una habilidad que con el tiempo Haggis vaya puliendo, pero es un tanto extraño que se haya oscarizado una actuación tan poco pareja. Esto se justifica, de alguna forma, con el correcto manejo de otros aspectos, que conforman un conciso retrato casi fotográfico.


Como se ha dicho la debilidad principal de la película, que no es en absoluto mala, se la encuentra más que en el trabajo narrativo en la construcción de los personajes, pues sí logra tejer un entramado interesante. Sin embargo el juego con los estereotipos no se define completamente y los transforma en la encarnación de generalizaciones culturales, sin aclarar si realmente estas son válidas o no, pues todos sabemos que ninguna generalización es precisa o positiva. Y es que este guión no adolece de una narración tediosa o carente de atractivo, pero se puede entender la situación que plantea una gran historia contada con personajes pobremente trabajados apelando a la siguiente figura: no es lo mismo ver la Formula 1 en Mónaco que una carrera de triciclos, aunque el circuito, los objetivos y circunstancias sean las mismas.


Se ha calificado a la película ampliamente como “coral”, y en efecto lo es. Quizás hay algún facilismo en la unión de las historias, pero es algo perdonable en el lenguaje fílmico. Siempre y cuando sea solamente un vehículo narrativo, pero en este caso tal construcción sirve nada más que para desnudar falencias en la caracterización y concepción de los personajes, una verdadera lástima.


Y bien, todo esto nos deja una película a medio camino entre la crítica y el discurso moralizante, pues no se va ni por la “reprimenda” ni por la “corrección”, simplemente no termina la “lección” que en cierto punto parece comenzar. Por ello es justo hablar de la película como testimonial, ya que casi se limita a presentar la “instantánea” de L.A. (sacrificando, por abarcar mucho, el desarrollo de los detalles particulares) sin realmente confrontar con fuerza y argumentos. Es una película crítica, de eso no hay duda, pero por ejemplo “American Beauty” resulta mucho más efectiva en este sentido; virtud reconocible en la frontalidad de su abordaje, mucho más localizado y a la vez universal, y por esa misma razón menos sobreexpuesto por su propia naturaleza narrativa – conceptual que precisamente "Crash".


Cerrando el presente comentario debo reiterar que no me parece que esta haya sido una película mala, ni mucho menos. Pero siempre he creído que una gran obra cinematográfica debe tener uno o más de estos tres elementos: Corazón, Cerebro o Agallas (es decir poder jugar con las emociones de uno hasta el borde de la identificación, provocarle profunda actividad reflexiva y crítica o confrontar con energía y sin tapujos algún aspecto de la realidad, quizás hasta a nivel del “yo”). “Crash” trata de incluir tanto un poco de cerebro como otro de corazón, pero no hace buen uso de estas sus iniciales intenciones, lo que termina por costarle su appeal en uno y otro terreno.


Por supuesto, esta debe ser una de las mejores películas de la pasada gestión, y lo digo por su solidez e importante consecuencia temática. Tiene sin duda más de una falla, pero con todo está muy por encima del promedio de las películas “made in Hollywood”. Probablemente entró en desventaja a la contienda por los premios de la academia, pero salió vencedora en una de las más polémicas decisiones que haya tenido esta premiación en mucho tiempo. Esto debe tener algún merito, aunque particularmente yo no la haya contado entre mis favoritas para ese galardón. Quizás la profundidad que pretende mostrar apele mejor y encuentre mayor resonancia en la sociedad norteamericana que intenta retratar.


Pues bueno, ahora se vienen los blockbusters del verano boreal. Y se trata de una camada de films en general mucho más débiles, que seguramente ni siquiera competirían en la misma liga que esta. Y no sé si me voy a arrepentir de haber defenestrado tan implacablemente esta película con mi injustificada exigencia. Ya lo sabremos en futuros comentarios cinéfilos.


martes, mayo 09, 2006

Viciadas Variaciones sobre una Valiente Villanía


Ya lo dijo con mucho acierto la “Rolling Stone”, hoy estamos en la era del “Hollywood de Teflón”, nada se te ‘pega’, toda película parece querer contar una historia (si acaso) lo menos comprometida posible. Y aunque el año pasado vimos la politización de un sector de la industria (sus productos son las premiadas “Good Night and Good Luck”, “Syriana”, por nombrar alguna), todavía los esfuerzos por confeccionar un lenguaje cinematográfico que se constituya en vehículo ideológico son aislados y poco significativos (recordamos hoy con nostalgia a Sergei Einsenstein o a Jorge Sanjinés). Es en este contexto que la aparición de una película basada en una novela gráfica que exalta el terrorismo y la anarquía como medios de batalla contra un estado opresor no puede dejar de llamar la atención.


“V de Vendetta”, como yo conocí está magnífica obra escrita por Alan Moore e ilustrada por David Lloyd, en la económica y justa edición de la ahora extinta editorial española “Zinco” (por eso me cuesta tanto llamarla “V de Venganza”, nombre que suena al más chabacano ejercicio de fundamentalismo léxico), nos presenta una distopía en el mejor estilo Orwelliano, condimentada con un discurso a momentos propio de la narrativa Victoriana que con tanta delectación cultiva Moore (bien hizo nuestro querido “Ojo de Vidrio” al sugerir paralelismos Chestertonianos en esta Novela Gráfica). Pero el comentario del “comic” lo reservaremos para una ocasión posterior, pues ahora nos disponemos a ‘diseccionar’ la película basada en él, y que hace algunos días está en cartelera en nuestra ciudad (como en casi todo el mundo).


Alan Moore siempre se ha caracterizado por el ritmo “cinematográfico” de su narrativa, y el medio del comic se le ha dado muy bien para explotarla, haciendo del autor una verdadera leyenda viviente, considerado el mejor escritor de comics de todos los tiempos. Naturalmente sus trabajos siempre han estado bajo consideración para ser transformados en filmes. Y ha sucedido ya con su “League of Extraordinary Gentlemen" (de pobrísima y casi insultante factura), “Constantine” (bueno, si somos rigurosos es como decir que “Batman Begins” se basa en una obra de Bob Kane) y la algo más digerible “From Hell” (que sin embargo no le podría hacer sombra a la grandiosa y casi inescrutable obra de Moore).


Es ante los pobres resultados (cercanos a la carnicería más flagrante) que han tenido las adaptaciones de los trabajos de Moore que el maestro ha decidido retirar definitiva y absolutamente su nombre de toda transmisión cinematográfica que se haga de sus creaciones, en un movimiento que además de costarle una indecente suma de dinero podría dar fin con su carrera en el mainstream del comic americano, pues la todopoderosa Warner Media que controla gran parte de las adaptaciones hechas al cine de su obra, también es la casa matriz de la celebérrima editorial comiquera DC Comics. Entonces no vayan a sorprenderse cuando lean el título “Basado en una Novela Gráfica ilustrada por….” de hoy en adelante al ver una película basada en alguna creación de Alan Moore.


Pero ocupémonos de la película en cuestión. Lo peor que uno puede hacer en casos como estos, y hablando de adaptaciones en general, es procurar encontrar una trascripción por lo menos fiel al material original. Y lamentablemente esta no es la excepción que confirma la regla. Quizás las expectativas y temores que formé llegaron a ser tan igualmente altos que logré entrar al cine en estado “neutro”, sin saber casi que pensar al respecto. Sin embargo, cuando salía del recinto, algo más de dos horas después, pude comprobar con tristeza que la experiencia había sido felizmente ‘amortiguada’ por una poderosa canción de los Rolling Stones (“Street Fighting Man”, muy bien puesta en ese preciso momento y lugar) que cerró la película agregando una nota agradable que me mantuvo escuchándola completa, parado en medio del pasillo. Otra vez asistímos a una decepcionante película que no le hace justicia ni pálidamente a su fuente original.


La película se ha pensado para ser presentada a una audiencia tan heterogenea como la contemporánea, y además ajena por completo a la historia de V. No puedo asegurar si eso la hace más comprensible o no, pero me pareció que tendió a tergiversar demasiado de la misma, cuando debería haber pretendido traducir más que interpretar lo ya hecho por el autor de la obra original.


Me explico, la sutileza que destilaba el comic de Moore (a momentos sobrecogedora) es sustituida por una grandilocuencia casi paranoide. Por ejemplo, en la película V adquiere fama dando un bonito discurso (patadas de kung fu, movimientos antigravitatorios y disfraces de Guy Fawkes que aparecen por arte de magia de por medio) en la televisora nacional, transmitido en vivo en el living de todos los millones de ingleses enganchados a la única señal existente en la TV en el país. Con Moore V cobra notoriedad a la antigua, lentamente y por medio del infalible “boca a boca”, con más acciones y palabras que estallidos o apariciones mediaticas. Otro ejemplo, el temor que genera el estado totalitario en la novela gráfica es palpable y comprensiblemente plausible, mientras que en el régimen presentado en el film es más bien risible, y no representa casi amenaza, más allá de las implícitas restricciones con las que hoy, en los días de Bush y compañía, ya vivimos cotidianamente. Y así podríamos seguir con una notable cantidad de ejemplos.


Si algo es imprescindible para lograr una buena película que adapte otro texto no fílmico es el guión, cuyo trabajo estuvo a cargo de los hermanos Wachowsky (of Matrix fame), quienes de alguna forma tomaron la idea central presentada por Moore, algo de los personajes, mucho de las circunstancias y tejieron una historia un tanto mejor que sus secuelas a The Matrix, pero todavía muy alejadas de la solidez de la obra original, que pretendían adaptar con absoluta fidelidad, siendo fanáticos declarados de la misma.

Quizás su principal defecto como fuente narrativa está en ese empeño por redondear las historias, atando muchos cabos que Moore dejó sueltos deliberadamente o simplemente evitó tratar y que le daban punch a la historia. Buena parte del argumento original estaba envuelto por misterio, e inclusive el final es mucho más abierto que el encontrado en el film. Esto no porque se trate de una diferencia respecto al comic, sino porque hace de la película demasiado explicada, casi pedestre en su afán por dejar todo completamente claro y compacto.


Continuando en el análisis del guión, si bien uno de sus meritos (peligroso pero solventado sin demasiados problemas) es el tener suficientes agallas como para detener la los piñazos y explosiones y mandarse unos ‘excesivamente abundantes’ discursos, esto si se considera que la película fue vendida como una “de superhéroes”, “de acción”, “de los creadores de The Matrix", etc. Tal vez por eso, hacia la mitad de la película y ante la escasez de sangre y violencia gratuita, un grupo de espectadores comenzó a silbar y hasta a marcharse. Otro problema completamente distinto es el que atañe a la calidad y contenido de los diálogos que sustituyen la matanza esperada en cuestión.


A pesar de estas y otras ‘buenas intenciones’ la profundidad política de la cinta se queda en un discurso anarquista muy cercano en su trascendencia al de los Sex Pistols, cuando por el contrario el V “original” se explayaba en 'didácticas' explicaciones de teoría política sin hacerse denso o molesto, o deleitaba a su “publico” con tremendas menciones del “País de Jauja”. Debo reconocer que hasta a momentos, mientras leía cada capítulo de la novela gráfica, me sentí urgido de buscar las fuentes originales para comprender completamente el subtexto de algo tan “banal” como una historieta, imaginarán porque este trabajo es considerado como fundacional para el comic adulto contemporáneo, pero esa es evidentemente una historia distinta. Otra prueba de la grandeza de Moore alcanzada en “V de Vendetta” radica en aquel elemento, que se transforma aquí en una seguidilla de bombardeos inocuos, discursitos por la tele, proyección de películas antiguas, freír huevos y jugar a las espaditas con un maniquí. La diferencia salta a la vista.


La dirección, encargada al debutante James McTeigue, no presenta demasiados problemas, más bien hasta tiene algunos aciertos. Como el manejo de la iluminación, del encuadre y demás tecnicismos, que junto con la dirección fotográfica logran construir un retrato (literalmente) de V bastante efectivo. Y es que trabajar con una máscara inerme y tratar de comunicar emociones e interpretación histriónica no es cosa fácil, y tal mérito debe reconocerse en la cinta. A pesar de todo, más allá de algún momento de “bullet time” muy innecesario no le encuentro defectos a la dirección, eso sí, muy justa en sus recursos. Como se evidencia en la conjunción de “acción – explosión” y música (véase la ‘demolición pirómana’ que conduce V) que me trajo a la mente los magníficos resultados que, con menos gasto, hubiese logrado un maestrísimo como Kubrick.


Pasando a analizar el trabajo actoral, Hugo Weaving construye un V bastante balanceado y logra transmitir emotividad y acción en la medida necesaria (si cabe cuando se trata de un sujeto enmascarado perpetuamente) sin caer en una bufonesca caricatura del Tulipán Escarlata ni un clon Tatcheriano del Vengador del Futuro. Es una lástima que mucho del tratamiento que hayan hecho de su personaje los guionistas lo ha desnudado de esa clase, heroísmo y magnanimidad que poseía como Alan Moore lo había imagino. Aunque su rol es todavía importante, al igual que en la obra original, la verdadera protagonista de la historia es Evey Hammond.


En este caso Natalie Portman trata de hacerse cargo del papel, con resultados tan variantes como su acento, sudafricano más que inglés, tristemente logrado para encarnar a la inocente – rapada – revolucionaria Evey. Y no es que Portman sea una mala actriz, pero o se ha oxidado últimamente o simplemente habíamos visto un espejismo en sus primeros y prometedores años. Aquí no se mueve con la desafectada llaneza que la vimos adoptar en la saga de Star Wars, pero deja sabor a poco en un rol muy complicado y que me hubiese gustado ver tal vez en otras manos. Y si hasta los guionistas supieron reconocer y parcialmente respetar este personaje, ya comprenderán lo importante que era no echarlo a perder.


Los demás papeles son completamente secundarios y olvidables, y si Alan Moore supo hacerlos interesantes, por problemas del pobrísimo tratamiento que se hace del material debemos conformarnos con bosquejos de personajes grandiosos como fueran el Canciller, Finch y algún otro, que quedan aquí extremadamente ajustados a sus limitaciones. Así, aunque los asignen a grandes actores, no hay mucho caso…


Cerrando ya este extenso comentario, y temiendo haber olvidado algún aspecto, o abusado de la comparación con la novela gráfica (inevitable, por cierto), trataré de cerrar las apreciaciones anteriormente apuntadas.


El equipo creativo que abordó la tarea de adaptar la obra de Moore conocía la dificultad inherente y con todo tuvo la valentía necesaria para lanzar una película abiertamente política en los tiempos que corren; eso merece algún encomio. Sin embargo, destrozaron completamente una pieza magistral del comic, tomando apenas algunos aspectos (el amigo Romeo Marta llega a sugerir hasta un plagio, podrán leer su artículo completo aquí) y armando una historia semejante pero en el fondo apenas parecida, para desagrado de los fanáticos puristas del trabajo de Alan Moore como de los cinéfilos de buen gusto en general. Otro error mayúsculo del crew fue la forma en que trataron de vender la película, perdiendo uno y otro público y atrayendo precisamente al que terminaría por abandonar la sala más pronto que tarde, el amante de películas al estilo de "Spiderman" o de las peorcitas de Van Damme.


Y sucede que no lograron balancear los elementos que pretendían tomar para adaptarlos con los que iban a aumentar o cambiar, por ejemplo ¿Para que siquiera incluir la prisión de Larkhill si iba a ser tan subutilizada? ¿Por qué no hacer del líder el demente que amaba con desesperación a su computadora pero no se inmutaba ante la muerte de miles de sus compatriotas, que aparece en la novela gráfica?, ¿Por qué no mostrar lo peligrosamente cercanos que estamos a la realidad concebida por Moore para su distopía hace más de 20 años y hoy muy vigente? Estás y muchas otras interrogantes todavía me persiguen en estos instantes.


“V de Vendetta” pudo haber sido un clásico de la ciencia ficción cinematográfica, pero tenemos lo que tenemos y no se puede pedir más a nuestra desvencijada industria del cine. Con guiños solamente comprensibles para los fanáticos empedernidos de la novela gráfica, referencias al punk británico, algún pellizco inocente a la forma de hacer política que hoy está de moda en el primer mundo, su flirteo apologético con un mal planteado “terrorismo”, la edulcorada epifanía final de V, y otros elementos similarmente incongruentes casi lado a lado, comprendemos la muy debilitada homogeneidad y consistencia que presenta el film.


Así, desde los Stones hasta el pastiche Benny Hilliano nos encontramos con una película muy pasable, dada a las medias tintas pero que finalmente demuestra ser una muy viciada variación de una grandiosa obra maestra escrita por el inconmensurable Alan Moore; a pesar de todo valiente por atreverse a lanzar algo con un acento indiscutiblemente político al mainstream cinéfilo (abriendo camino para una, ojala mejor, adaptación de “The Watchmen”, supuestamente ya en pre producción) y haciendo finalmente, de lo que podría haber acabado siendo una villanía tan atroz como “The League of Extraordinay Gentlemen" un mucho más amortiguado desastre que peca por no alcanzar el listón tan alto que suele poner cualquier obra de la “Gran Barba de Northampton”.


A pesar de todo, Alan Moore siempre ha dicho que no importa cuanto se 'carguen' a sus creaciones con traducciones fílmicas insufribles, estas seguirán incólumes en el estante, esperando ser descubiertas en su verdadera gloria. Y eso voy a hacer ahora mismo.