domingo, junio 24, 2012

Gaudete in Primavera Sound semper


Como es tradición desde hace dos años, hoy publicamos nuestra crónica del San Miguel Primavera Sound 2012. La experiencia fue igual de extraordinaria y por eso estamos tan interesados en compartirla con ustedes. Podrán encontrar la crónica en páginas de La Ramona (aquí). Sin embargo, dada nuestra inclinación por la prosa expansiva –con perdón anticipado de los lectores– se nos hizo imposible hablar de las 37 bandas que vimos en el finito espacio que ofrece un diario. Queriendo completar nuestro recuento y suponiendo que existen lectores igual de completistas (o raros) que nosotros, a continuación les presentamos el “bonus track” de nuestra crónica. Ocho micro-reseñas que redondean lo publicado en La Ramona, dando espacio a bandas tan célebres como Mudhoney o Atlas Sound, pero en especial intentando socializar cada molécula de felicidad que nos regaló el Primavera. A ver si lo logramos.


Una de las curiosidades del viernes fue la coincidencia de Wilco y Death Cab for Cutie en el cartel. Si bien hoy tienen la vitola de dinosaurios de la escena, hace apenas una década plantaron las semillas de todo esto. Aún así, su suerte ha sido dispar: al margen de sus vaivenes, Wilco están consagrados como un activo fijo del rock independiente, mientras que Death Cab nunca ha conseguido sacudirse la imagen de sensación post-adolescente. No planeábamos verlos, pero alcanzamos a escuchar sus primeras cuatro canciones. Llamaba la atención el ímpetu de la banda (“Doors unlocked and open” sonó como un digno rip-off de “Hallogallo”, “I will possess your heart” se deja escuchar mucho, y eso que me insistían que su techo es el “Transatlanticism”), pero los problemas de sonido, el tono nasal-quejumbroso de Ben Gibbard, lo monótono del registro de DCFC y lo mal que le sentaba a su propuesta un escenario tan abierto y masivo como el MINI, terminaron por aburrirnos. De vuelta en el escenario ATP, Mudhoney demostraba que en el bien envejecer hace mucho la dieta que uno sigue. Luciendo musculatura estilo Stooges, los protomártires del grunge animaron el primer pogo de la noche, libres de cualquier presión o compromiso. Lo malo fue que, aún sonando más limpios y machacadores que sus últimas entregas discográficas, su contundencia se fue atenuando en la repetitividad de sus canciones. A menos que uno sea muy fan o guarde cariño juvenil por estas composiciones, se hace difícil meterse del todo en el concierto. Igual ya tocaba buscar sitio para ver a Wilco. Y por ahí nos fuimos.

El sábado, luego de ver a Jeff Mangum en el Auditori, la primera dosis de oscuridad retro la ofrecían The Chameleons, una seminal banda de post-punk que a pesar de haber sido tan influyente (véase The Horrors e Interpol), jamás trascendió. Con un giro más acerado de lo habitual, combinaron canciones de su clásico “Script of the bridge” con temas nuevos (anunciaron “Eden” para otoño), sin desentonar. No es poca cosa, más si el frontman se las arregla para cantar desde el foso sin sacar la lengua (aunque necesite ayudita para volver a subirse), mientras la banda consigue conectar su “Singing Rule Britannia” con Joy Division y The Clash sin quedar en vergüenza. La clase de cosa que sirve para recordar que los artículos originales rara vez se devalúan.

Un par de horas más tarde, todavía en el tren post-punk, fuimos a ver a The Cure, que se mandaron un show tan largo como histórico (hablamos de eso en la crónica oficial). Con la espalda y los planes hechos pelota –tres horas de concierto cuando esperábamos a lo sumo 90 minutos nos obligaron a perdernos a Napalm Death, Dirty Three, Big Star’s Third, M83 y Codeine–, nos quedamos en el escenario más cercano a ver a The Drums –más interesados en tumbarnos un rato que en quienquiera estuviese tocando. El caso es que los neoyorquinos ya pasaron por el Primavera en 2010, nunca fueron santos de nuestra devoción por su sospechoso olor a hype, y tenían en contra el obnubilamiento post-Cure, pero parecen haber templado sus aspiraciones y no sonaron nada mal en las pocas canciones que los vimos tocar. De allí nos arrastramos al escenario Pitchfork para ver a SBTRKFT, una de las sensaciones de la electrónica actual, con la que no pudimos sincronizarnos del todo, preocupados como estábamos por descontracturar nuestras pobres extremidades y conseguir una balsámica cerveza. Tan contentos como exhaustos, seguíamos sufriendo la paliza de los veteranos darks ingleses. Algo parecido nos pasaría un poco más tarde, cuando la electrónica con sabor regional del supervato Rebolledo no terminó de contagiarnos. Para tener el resto físico y moral necesario para engancharte con el mood fiestero luego de 16 horas de conciertos, hacen falta muy buenas drogas o niveles de stamina increíbles. Muy buenas, he dicho.

El sábado tocó repetir con Jeff Mangum. A diferencia del show del viernes, la cercanía con el público fue extrema. Al punto que Mangum se llevó una montaña de obsequios, que le fueron entregados en mano propia por sus fanáticos. Tan de buen humor estaría que un poco más tarde se lo vio en el concierto de The Olivia Tremor Control, confirmando como ya hicieron sus shows, que es un humano normal y amistoso. Tal vez demasiado para el que hasta hace pocos meses era el Salinger del rock indie. Pero bueno, luego de su segundo show en el Auditori, la onda expansiva de felicidad nos atrajo al escenario San Miguel, en el que los Kings of Convenience tenían a una muchedumbre comiendo de su mano gracias a su infalible empatía y a un folk de brisas mediterráneas, que sigue validando eso de que “quiet is the new loud”. De ahí nos movimos en busca de otro de los fijos de este festival, que también tuvimos oportunidad de ver en 2010 y que hoy sigue creciendo: Bradford Cox, en esta ocasión con su proyecto solitario Atlas Sound. Cox siempre ha presentado esta veta expresiva como su versión “bedroom pop” de los cantautores folkie; y así se lo vio, ataviado con una guitarra acústica y con un porta armónica al estilo Dylan, pero manipulando capas sonoras con pedales y samplers. Hasta se atrevió con un cover de Hank Williams (hablando de eso, no pueden perderse su versión de Leonard Cohen, en YouTube hace meses). Alivia ver que el traspié de “Parallax” fue sólo eso, y que Bradford Cox sigue siendo el más talentoso, excéntrico y visionario de los ídolos del mundo indie. En él confiamos.

Tuvimos que abandonar Atlas Sound pronto, pues había que cruzar el Fórum para llegar temprano al escenario MINI, donde Beach House iba a presentarse. Lo hicimos con algo de renuencia, pero el sacrificio fue justificado. Con todo, tras 90 minutos de sensibilidad dream pop, había que recuperar los niveles de testosterona con urgencia. Nuestros lectores conocen nuestra formación punk, así que entenderán cómo nos costó poco saltar del erotismo algodonado de Beach House, al hardcore clásico de Off! Casi no los hemos escuchado, pero su música rabiosa es imposiblemente familiar. El tipo de sustancia que dispara en tu cerebro las ganas de hacer pogo –incluso al tercer día de un festival, o estando ya viejo (y calvo, como Keith Morris). De hecho, con su inmisericorde martilleo, Off! es la banda perfecta para festivales, pues incluso en salas sus sets jamás rebasan la media hora. Si el rock indie noventero es nuestra comfort food, el punk es lo que tiene nuestro superyó en el Ipod. Como estaban en el escenario de al lado, Off! terminó pronto y había que hacer parada en boxes para tomar algo de aire, nos quedamos en el escenario Pitchfork para ver cuatro canciones de Chromatics, que en vivo redimen el italo disco de marca blanca que ofrecía su más reciente álbum. Habrá que otorgarles el beneficio de la duda.

Y bueno, el cartel del concierto de clausura del San Miguel Primavera Sound, programado para la tarde del domingo, era más que atractivo: Nacho Vegas, Richard Hawley, etc. Mea culpa, nos lo perdimos. Aunque puede parecer una decisión imperdonable, ya no asistimos, primero por la amenaza de lluvia, segundo por habernos despertado cuando la tarde casi no lo era, y primordialmente por el bajón post-Primaveral –una maldición llena de gozo que no nos cansamos de sufrir. Resulta que Nacho Vegas tocó una extraordinaria versión de “Devil town” de Daniel Johnston. Para que vean que ni los que vamos al San Miguel Primavera Sound podemos ser felices todo el tiempo. Al menos la canción está en YouTube. Por todo lo demás, nos vemos el año que viene.