domingo, octubre 01, 2006

(Not So) Modern Times

Siempre pasa lo mismo. Con Dylan el tiempo de análisis, las escuchas sucesivas, las transacciones, nunca son suficientes. La característica polisemia intemporal del canon dylaniano hace que, 45, 30 o 5 años después, cada vez que colocamos el “Another Side of Bob Dylan”, el “Blood on The Tracks” e incluso el reciente “Love And Theft”, sigamos descubriendo nuevas facetas, escondidas entre capas de genial lírica e instrumentación.



Que se discuta el origen y significado del título de un disco con tanto interés ya dice bastante bien de este. “Modern Times” se ha vinculado, inevitablemente, con la homónima película de Charlie Chaplin; aunque quizás su relación pase directamente por esa sensación de incomodidad frente a “lo moderno”, expresada, por ambos, empleando saludables giros, que van desde lo irónico hasta lo decididamente desolador. Otros, en un afán criptográfico, han desenterrado el nombre de Henry Timrod, antiguo poeta norteamericano, en el encabezado del álbum; mientras algunos simplemente apuestan por una jugada sardónica por parte de Dylan, que ha decidido llamar así a este disco, empapado de influencias de antaño “remodernizadas” (valga la doble ironía) y con una portada de evidente sabor nostálgico, todo esto en un trabajo que, en general, de “moderno” tiene muy poco. Pero no olvidemos que estamos hablando de Bob Dylan, cuyos gestos y palabras (o la falta de ellos) han estado bajo un severo seguimiento durante las pasadas cuatro décadas. “No hay nostalgia en este disco. No me interesa aferrarme al pasado.” Esa es, probablemente, la única certeza que tenemos en este aspecto.

Es casi imposible no encontrar una consonancia conceptual entre “Modern Times” (2006), “Love And Theft” (2001) y “Time Out Of Mind” (1997), los tres últimos trabajos de Dylan, trilogía de “obras maestras” según los críticos, pero que una vez consultado, Bob ha preferido establecer a “Love And Theft” como el inicio más apropiado para esta trinidad, lo que se confirma en el espíritu menos constreñido de sus dos últimos trabajos, reflejos de la cultura rural estadounidense, repletos de referencias casi textuales a músicos y letristas (o poetas) del cada vez más lejano pasado musical que influenció la ruta artística de Dylan. Si es que en “Time Out Of Mind” Dylan enfrentaba un cercano final (durante su grabación estuvo aquejado por serios problemas cardiacos) en “Modern Times” Bob encuentra una madurez largamente perseguida, abrazando un rol con el que finalmente parece haber hecho las paces.

Hablando particularmente del disco, difícilmente un fanático dylanófilo podrá evitar colgarle el cartel de “Obra Maestra”, pues sin significar un quiebre epistemológico en el estándar dylaniano, “Modern Times” es su más sólido y completo trabajo desde “Blood On The Tracks” (1975), no por lo novedoso, sino por la consolidación del artista, que ha conseguido una nueva vara para medir sus logros otoñales, sin tener que mirar a su frenético y legendario inicio de carrera, allá por los sesenta, para hacerlo. Así, con 65 años encima, Dylan ha encontrado un aura con la que se siente cómodo, y mientras Johnny Cash se reinventara girando hacia el rock (en su asombrosa saga “American Recordings”) Bob ya no se incomoda siendo él mismo, es DJ de su programa de radio satelital, donde entre afables locuciones presenta antiquísimos temas, continua girando con su banda a un ritmo envidiable para alguien de su edad, ha concedido, en un par de años, más entrevistas que en casi toda su primera década de vida artística y hasta ha quebrado su habitual hermetismo al publicar su autobiografía “Chronicles”, sin olvidar contradictoriedades que solamente él se puede permitir, como aparecer en comerciales de “Victoria’s Secret” o lanzar un disco de la mano de la transnacional del Café “Starbucks”.

Es necesario contextualizar y comprender a este Dylan, o esta encarnación, para ser más precisos, si queremos entender completamente su último álbum. “Blood On The Tracks”, por ejemplo, no es abordable si no se lee, en esa prosa cercana a Dostoyevsky, la “banda sonora” del doloroso y decepcionante divorcio que atravesaba Dylan por entonces. En “Modern Times” Bob se presenta como un viejo terrateniente sureño, conocedor exquisito de la música “tradicional” americana y articulando mucho de su discurso desde el verso de Timrod, “poeta laureado” decimonónico del sur confederado, e imbuido de ese bagaje cultural llamado americana. El proceso creativo de este disco lo ha descrito precisamente el gran Bob. “Tenía que hacer este disco sin importar lo que estuviese sucediendo en el mundo. Escribí estas canciones no en un estado meditativo, en absoluto; más bien como en un trance, en un estado hipnótico. ¿Es así como me siento?, ¿Por qué me siento así? Y ¿Quién es el yo que se siente así? No puedo decirlo. Pero sé que aquellas canciones están en mis genes y no podía evitar que salieran.”

Y es que este disco tiene todo lo que es (y ha sido) Bob Dylan. Estética rural, referencias bíblicas, una exquisita lírica, guiños a sus raíces musicales, una autoconciencia punzante, romances alla Dylan, narraciones erráticas, apuntes políticos, etc. Ciertamente que en lo musical no hay nada demasiado innovador (hasta se cuela una relectura del infame “Canon” de Pachelbel) ya que Bob y su banda optan por abordar estilos tan diversos como el blues, el rocanrol más tradicional, viejos estándares de two-step, valses country… todos envueltos en cameos musicales que van desde Sonny Boy Williamson hasta Cole Porter, pasando por Led Zeppelin [naturalmente vía Robert Johnson] y Muddy Waters; el hecho de que estas presencias se hayan redondeado con “covers” velados (que han llevado a algunos a acusar a Bob de plagio) mantendrán a los dylanófilos ocupados por bastante tiempo, desentrañando oscuras referencias, mientras Bob prepara su nuevo álbum.

Sin embargo, tal acusación se puede tachar de exagerada. Si bien es cierto que Dylan utilizó melodías y coros de temas de Muddy Waters o Merle Haggard, entre otros, y los reconstruyó dotándoles de nuevas letras (¿Nada más?), es posible entender esto como una vieja tradición blusera, en la que las composiciones nunca de eran dominio particular, sino público, y cada artista que las cantaba, se las apropiaba, cambiando la letra o melodía; tal es la fuente de la que desde sus inicios ha bebido Dylan.

Si se trata de apuntar alguna canción del disco en particular , las cosas pueden ponerse muy complicadas. Como suele ocurrir con Bob, los múltiples ánimos que esconden sus canciones imposibilitan la definición absoluta de “gustos y disgustos”. A pesar de todo, me atrevo a mencionar, desde mi particular punto de vista, las siguientes:

“Thunder on the mountain”, que abre el disco con un riff muy a lo Chuck Berry y que es capaz de levantar hasta al más indeciso, gracias a su rítmica cadencia. Líricamente representa el regreso del Dylan maduro al universo que creara en sus primeros años. La historia de un individuo en su carrera por la riqueza, armando una milicia personal y criticando el fanatismo religioso, se da tiempo para galantear con Alicia Keys en un apocalíptico trasfondo. Esta “nueva” faceta de Bob ya se puede ver en sus conciertos desde hace algún tiempo atrás, en los que no tiene miedo de improvisar pasos de baile mientras toca el piano, o guiñarle a las chicas más guapas de la platea. “I’ve been sitting down studying ‘The Art of Love’ / I think it will fit me like a glove / I want some real good woman to do just what I say / Everybody got to wonder what’s the matter with this cruel world today.” Nos dice Bob precisamente en esta canción.

“When The Deal Goes Down” es probablemente el corte promocional del álbum, por cuanto se ha lanzado un video del mismo, dirigido por Bennet Miller (of “Capote” fame) y estelarizado por la radiante Scarlet Johannson, en plan de nostálgica damisela enamorada. “In the still of the night, in the world’s ancient light / Where wisdom grows up in strife / My bewildered brain, toils in vain / Through the darkness on the pathways of life / Each invisible prayer is like a cloud in the air / Tomorrow keeps turning around / We live and we die, we know not why / But I’ll be with you when the deal goes down” Resalta la preciosa letra de este tema.

“Ain’t Talkin’ ” Cierra el disco, en la vena de sus anteriores temas de nota baja, de melodías parcas y de fuerte y lúgubre imaginario. Si “Higlands” (la “despedida de la vida” de Bob, en “Time Out Of Mind”) y “Not Dark Yet” (del mismo disco) cumplían estas funciones respectivamente, esta obra maestra en el mejor estilo dylaniano, añade un toque místico/personal a lo Leonard Cohen, que en la voz de Bob suena, como siempre, a alusiones autoreferenciales. “Ain’t talkin’, just walkin’ / Walkin’ ever since the other night / Heart burnin’ . still yearnin’ / Walkin’ ‘til I’m clean out of sight” canta Bob al cerrar el tema, sin permitirnos olvidar porque sigue siendo un enigma tan grande, a pesar de tanto análisis y estudio. Bob, es simplemente Bob.

No puedo dejar de mencionar la fabulosa pieza de blues rock “Someday Baby” que nos trae al Dylan de “New Morning” (1970) de vuelta y vestido de interprete de ruta, “Nettie More” que suena a canción eterna y tiene sus raíces mas atrás de 1876, “Beyond the Horizon” y su sentimiento de arreglo jazzistico, la simple y conmovedora "Spirit on the Water", la delirante oda cowboy de "Rollin' and Trumblin' " con sus aires de bluesote ancestral y “Working Man Blues #2” y “The Levee’s Gonna Break” que nos demuestran que Bob todavía mantiene ese dejo político intacto, pero con suficiente originalidad; en un tiempo en el que Neil Young hace “política urgente”, él la hace sutil, mezclando relatos multitemporales que encarnan la política interior americana en el viejo testamento, ubican el Katrina en la Gran Depresión o buscan señales celestes para entender la economía nacional en declive.

Concluyendo este extenso comentario, Bob Dylan (sin lugar a dudas) ha lanzado una de sus obras maestras más importantes, que no tienen porque enfocarse con una luz distinta a la que le corresponde a su portentosa figura icónica. Se ha catalogado este disco como “al borde del plagio”, pero Bob sabe que entre el amor y el crimen, no hay más que un paso. Sin embargo, la madurez y entereza necesarias para acometer esta tarea (que ya había intentado por otros derroteros el prematuro Dylan del “Self Portrait” (1970) ) solamente le fueron alcanzables rozando la edad de jubilación, pero coronando su figura con la augusta sabiduría de la senectud más lúcida, componiendo de esta forma uno de sus mejores trabajos. Pues así como los genes del grandioso Bob esconden una herencia musical inequívoca, él mismo nos explica porque no necesita volver a virar la veleta con cada nuevo disco. “Everybody is going and I want to go, too / Don’t wanna take a chance with somebody new / I did all I could, I did it right there and then / I’ve already confessed – no need to confess again.”




Este artículo ha sido publicado en el número correspondiente a esta semana de "La Ramona", suplemento cultural del diario "Opinión". Precisamente este número es un especial dedicado a Dylan y su nuevo disco, e incluye otros interesantes artículos como "Amor y Robo en Tiempos de Terror" de Santiago Espinoza Antezana y "En el Tiempo de la Obsidiana" por Andrés Laguna.

1 comentario:

Anónimo dijo...

y el link para bajar los discos?