martes, mayo 06, 2008

La Caverna (G.a.U.t.)

Es como siempre grato contar con colaboradores en “Diseccionando a la musa perdida”, pues por medio de esas nuevas voces y visiones se confirma la intención –siempre manifiesta– de hacer de este blog un espacio dialogal antes que un repositorio de textos en busca de “lectores ideales” o, lo que sería peor, un ejercicio onanista.
Recibiendo felices un nuevo texto de Gustavo Urquidi –la más frecuente de nuestras firmas invitadas– los invitamos nos acompañen a leer un recuerdo de José Saramago y su novela “La Caverna”, última parte de su “Trilogía involuntaria”, y probablemente lo que se podría considerar como el primer ensayo serio (si bien igualmente involuntario) sobre la virtualidad, una condición inherente al hombre de hoy y su sociedad, posible sólo desde la pluma del gran lusitano.
Dicho esto, y permitiéndome el solipsismo de encontrar ecos del platónico mito en “I shall be released”, los dejamos con el texto de Gustavo, agradeciéndole haberlo compartido con todos nosotros.



La Caverna


“Que extraña escena describe y que extraños prisioneros. Son iguales a nosotros.”
La República, Platón
.


“La Caverna”, novela de José Saramago, fue la primera que publicó después de haber sido galardonado con el premio Nobel. Cuando ya había ensayando la ceguera escribiendo sobre la disminución de la vista, y cuando pensaba que había dado todos los nombres escribiendo sobre el desgaste de las identidades, salió nuevamente de La Caverna para hablarnos de la perdida del empleo y decirnos que no estamos todos ciegos y aquello que creemos la realidad no es más que sombras. Con esta novela, publicada en 2003, completaba su trilogía involuntaria, en la que marcó su visión del mundo en este fin (o inicio) del siglo, remarcando las diversas pérdidas del hombre: “Ensayo sobre la ceguera”, “Todos los nombres” y “La Caverna”. Este último exclusivo, porque es un libro sobre la vida y la muerte, sobre el envilecimiento y el esclarecimiento, sobre la palabra y el silencio, sobre la cultura de la frivolidad.

Esta novela sobresale de las demás (anteriores y posteriores) porque en ella Saramago deja de ser el ensayista que escribe novelas y habla sin referencias de espacio ni de tiempo, dejando el relato situarse en todos los sitios y en cualquier momento, para cuestionarnos éticamente sobre el sentido del desenvolvimiento. Más que una historia Saramago nos entrega material para pensar, y apela a la fuerza del pensamiento como la única vía capaz de liberarnos de la esclavitud conceptual de los tópicos. Cuando el hombre, recluido en la cueva de Platón, mira la luz, percibe que lo que conocía hasta entonces era apenas la sombra de la realidad.

Inversamente, cuando el artesano Cipriano Algor de 64 años, personaje principal de “La Caverna”, heredero de una tradición familiar, percibe que su trabajo se vuelve inútil, obligado a sustituir la producción de platos de loza por los de plástico, debe trasladarse para el “Centro Comercial”, donde se realizan los negocios y donde la Cueva de Platón asume una versión contemporánea e hipermoderna igual que los “stadium de futbol”, “las discotecas”, “supermercados”, “casinos”, etc.; lugares de “encuentro”, lugares comunes donde la gente acude no ya para escuchar a los demás, sino los espectáculos, las ofertas y gangas del consumo, espacios que curiosamente son muy vigilados, espacios en los que la gente se siente segura porque la violencia y la comunicación se producen fuera de esos recintos (cavernas), en donde Cipriano se ve obligado a encarar dicha realidad de la caverna hipermoderna, de la que no tenía la más mínima sospecha; entra en ese mundo de sombras, compromete su libertad para entrar al mundo de los ojos que todo lo ven. Esa es la diferencia de los habitantes de la cueva de Platón que nunca salían de ella. En la Caverna de Saramago los personajes van de fuera para adentro y cuando logran entrar comprenden que ese mundo no es de ellos, el autor pretende que los lectores no renuncien a criticar el acontecer diario, de esta forma Cipriano representa una cultura, un modo de hacer las cosas, representa al hombre que esta en la peor de las situaciones donde hace lo que no quiere y no sabe lo que puede hacer, nadie quiere nada de ese hombre a quien no le queda mas que alejarse.



A manera de contraste, y como homenaje al amor por los animales y particularmente por sus perros, en su novela figura entre los personajes precisamente un perro, un perro que se humaniza mientras muchos, demasiados humanos, se fosilizan. Usando la figura que nos regala Saramago, podemos decir que, hoy, el animal tiene mayor valor que los muertos vivientes, entre ellos escritores, sobre todo “novelistas” que persiguen premios, para quienes esta vida parece donada, que en realidad no dicen nada, y callan, y solo gimen para ventilar su podredumbre y exclamar: miren estoy aquí, sí, aquí, yo, sí, estoy aquí, aquí. Y se reparten premios por eso. Lo dijo Saramago, sin tapujos pero más delicada y nostálgicamente, a manera de protesta, en una entrevista con la televisión española cuando le otorgaron el premio Nobel. Lo resumimos así: ¿Hasta cuándo beberán sus babas, comerán sus desechos y arrastrarán sus cadáveres? “Los grandes nunca necesitaron premios.”

Para Saramago, que a través de su relato nos regala finísimas reflexiones sobre las preguntas claves de la vida y sobre los detalles que la aderezan, todos nosotros estamos dentro la Caverna porque damos más atención a las imágenes que a lo que realmente somos: “estamos dentro mirando una pared, viendo sombras y creyendo que ellas son reales”.

gustavo a. urquidi t.
- 2008 -


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