En los pasados días hemos atestiguado una suerte de recrudecimiento en la batahola mediática sobre la película de Rodrigo Bellot, "¿Quién mató a la llamita blanca?" y, lamentablemente, mucha de esta ida y venida de críticas, contracríticas, respuestas e insultos, se ha valido de argumentos que guardan poca o ninguna relación con la película como obra cinematográfica, intrinsecamente hablando, o las "críticas" (comentarios) que sobre ella se han escrito, como lo que son (o deberían ser) críticas y opiniones.
Durante este periodo, por motivos también ajenos a los comentarios aquí publicados, este blog se ha visto envuelto en cierta polémica en tal vena. Buscando presentar todos las perspectivas posibles sobre la película, y aprovechando la enorme gentileza de Rodrigo Antezana Patton, que nos ha enviado su artículo "Tras la Pista de los Asesinos Zoomicidas" , con la respectiva autorización para publicarlo acá, les traemos la opinión de este crítico, como contrapunto coral a las críticas anteriormente publicadas en el blog. De esta forma Rodrigo se convierte en nuestra primera firma invitada, en lo que esperamos será una larga y fructifera colaboración con este blog, como con otros medios en los que estamos vinculados.
La visión proactiva de Antezana, y quizás más positiva que las hasta ahora aquí disponibles, contibuye a redondear el espiritu de imparcialidad y profesionalismo que queremos mantener en este medio. Demás está decir que con este comentario cerramos en este blog el capítulo dedicado a la nueva película de Bellot. El presente artículo, aparecido en el Suplemento "Lecturas" del periódico "Los Tiempos" (aquí) y la publicación del comentario de Javier Rodríguez, "Llamerada con música estridente" en el Semanario "La Época" (aquí) se hallan disponibles en los links respectivos en la versión aparecida en esas publicaciones de prensa.
Sin más, agradeciendo la gentileza de Rodrigo Antezana y el interés mostrado por este blog, los dejo con el artículo.
“¿Quién mató a la llamita blanca?” puede considerarse como una buena noticia para el cine boliviano por tres razones: Primero, es la segunda película de su joven director. No sé porqué la gente escoge llamar ‘promesa’ a un director que hace una buena película a la primera, ¿acaso lo que ven sus ojos todavía no es real? Rodrigo Bellot es un buen director desde su debut, promesa podría ser alguien que no ha hecho mucho y se muestra como un buen estudiante de cine. Ejemplo, Boulocq era una promesa, hasta hace poco más de un mes, ya no, ahora es un joven buen director. Yo soy de aquellos que no gustaron mucho de “Dependencia sexual”, peca de tremendismo, y las narrativas donde todo es un problema siempre resultan pobres a mis ojos, pero el director de ese filme exhibía un talento que desbordaba por doquier, había corazón en su trabajo. Si tienes corazón, ya ganaste media batalla en cualquier arte, el resto es técnica, y la de Bellot me sorprendió.
Lo que Rodrigo se arriesgó a hacer en su primer filme probablemente lo haga palidecer cuando tenga más años. Todo un largometraje en pantalla dividida, muy difícil. Si Bellot lograba que un 51% de esa producción estuviese bien planteada, ya habría sido todo un éxito. Creo que superó el 70%, y dentro de eso hay escenas que por sí solas construyen carreras. El ojo de “Dependencia Sexual” merece que me saque el sombrero, y el peluquín, mientras aplaudo sinceramente, y por un buen rato. Hay miles de buenos estudiantes de cine en todo el mundo, apenas un puñado, no más, tienen algo de maestros, Bellot es uno de ellos. En cuanto a la historia y sus defectos (sin olvidar que también tenía virtudes), yo diría que se deben a su juventud, ya veremos qué dice él más adelante. En el caso de Rodrigo, verle madurar no se tratará sólo de años que se acumulan sobre una persona, será una filmografía que crece. “Llamita blanca” es su segunda película.
La segunda buena noticia proviene de su guionista. “Llamita blanca” es la primera película guionizada por Juan Cristóbal Ríos. Este joven fue compañero mío en la universidad, su naturaleza caótica, escritura desordenada, no parecían augurarle nada bueno en el futuro. Vi algunos de sus primeros cortos, comparados con los trabajos de sus pares, pues, seguían arrojando un diagnóstico negativo. Me acuerdo que en una fiesta, él estaba con unas copas de más, embriagado me comentó ‘Yo sé lo que valgo’, no recuerdo mi respuesta, pero, en ese momento, lo que él valía sólo lo sabía Juan Cristóbal. Un par de años más tarde, en otro festival de producciones de estudiantes, pude ver otro trabajo suyo, mucho mejor, y con un bien logrado final sorpresivo. Ríos aprendía, y seguía aprendiendo, los demás comenzábamos a ver su talento. La coronación de su propia carrera como videasta, llegó este año, cuando su corto (escrito y dirigido por él), “El criticón”, ganó el primer lugar en un Festival de cortometrajes organizado por la Alianza Francesa. Para entonces, su guión de “¿Quién mató a la llamita blanca?”, basado en una idea original de Álvaro Ruiz, ya había sido filmado y se encontraba en postproducción. Trabajando, Juan Cristóbal se encargó de cerrarles la boca a todos los que dudaban de su capacidad, incluyéndome a mí.
La tercera buena noticia es la película en sí, ya que se trata del primer esfuerzo concretado por La Fábrica, que prepara los futuros realizadores audiovisuales del país.
Y qué hay de la película, ya que todo lo mencionado son detalles relacionados con, pero ajenos a la misma. ¿Qué tal está el filme? “¿Quién mató a la llamita blanca?” es una agradable comedia cholo turística, donde Domitila (Erika Ándia) y Jacinto (Miguel Valverde) son dos maleantes paceños contratados por El Negro (John Mark), un importante traficante, para llevar 50 kilos de cocaína del ande al llano boliviano. Durante todo el trayecto serán perseguidos por Perucho (Agustín Mendieta) y Chicho (Pablo Fernández), un ‘dúo poco dinámico’ de la FELCN. El guión utiliza a estos personajes, y su idiosincrasia particular, para presentar un caricaturesco panorama del país. No hay cliché que no valga, y no hay tropiezo que no tenga algo de real (lo que, en muchos casos, debemos lamentar colectivamente).
Bellot utiliza su habilidad al mando para seccionar la pantalla, introducir definiciones de diccionario, fotografías, puntos de vista, flashbacks y rebobinadas. El manejo técnico del director permite un entretenido desarrollo de la obra, ricamente visual, y juguetona de principio a fin. En la actuación, Ándia se lleva la palma, no sólo por ser la antiheroína principal, ella se mueve con naturalidad entre celebraciones, celos y tristezas, y todo con verosimilitud. Una mención especial va para Guery Sandóval, el tono desenfadado con el que asume su papel de narrador es el exacto para hacer lo que hizo. Su natural gentileza, la de payaso acostumbrado a repartir alegría, hace que su presencia intermitente sea siempre bienvenida. Bravo, y otra, otra.
Ni Rodrigo Bellot ni Roberto Lanza son estudiantes, pero el resto del equipo sí lo era, y se hizo un buen trabajo técnico (luz, sonido, encuadres, todo eficientemente), felicitaciones al equipo. Ahora, si existe un gran problema en esta película, son los diálogos. Cuando repites ‘Jaime P. Zamora’, ‘mirista’, u otras malas palabras, de esas que no se pueden escribir en la prensa, éstas pierden su gracia, si alguna vez la tuvieron. Comparen las exageradas y constantes vituperaciones de la mayoría, con las tranquilas líneas otorgadas a Guery: ‘Esa era MI peta’, ‘Pero no me vas llevar a otro lado, no me… vamos’. La monotonía vulgar no divierte, la caricatura pierde por ello y la actuación también. Sobre la ingenua posición política subyacente en todo el filme, ésta no interfiere con la historia, que es tan increíble que hasta podría ser cierta. Cuando vi la película, no hubo una gran lluvia de carcajadas, pero al terminar la función sólo me encontré con sonrisas en el público, era una buena señal.