8. Silva – “Claridão”
Nadie envidia la posición de los jóvenes músicos brasileros. ¿Qué hacer para ser originales dentro de ese rizoma hecho tradición pop que es la MPB? Tiene que ser difícil, si incluso gente de la metrópoli se va al Brasil para prestarse inspiración… o como Devendra Banhart, secuestrar una banda entera –véase el caso Los Hermanos. Parecería que el indie no ha podido penetrar en la MPB como estética, a no ser en una versión atenuada, merced esa especie de purismo cercano al pop acústico (onda Elliott Smith) que practican Marcelo Camelo, Mallu Magalhaes o Cícero. En todo caso, no ha sido por falta de intentos. Por otro lado, los popes de la MPB se siguen permeando de modernidad (tanto Tom Zé como Caetano Veloso lanzaron discos notables en 2012), y la música electrónica/dance parece llevarse mejor con la parcela popular, esa en la que habitan el funk carioca, el pagode, la techno brega e incluso los sonidos sertanejos.
Ahí entra en escena “Claridão”, debut de la gran esperanza del indie brasilero, Lucio Da Silva Souza. Este nativo de Espirito Santo tiene la historia perfecta para encandilar a la prensa (se formó cantando en el coro de su iglesia, se fue de músico callejero a Europa, regresó y promocionó una música vagamente dream pop en MySpace, lanzó en 2011 un grandioso EP que lo convirtió en niño mimado de la crítica), pero también posee las toneladas de talento necesarias para hacer de su música más que una jugarreta publicitaria. Ejecutando un electro pop contemporáneo, que suena a Phoenix tanto como al indie bailable que se hizo después de “Discovery”, su música se hace única al añadir las irresistibles melodías vocales propias de la música brasilera. Por esto es que en las canciones del disco hay una nostalgia afinada para encajar con los tropos del electro pop, en una mezcla de armonías exquisitas, beats contagiosos y letras de pegada emocional. El resultado es un disco de pop perfecto, con canciones que son un golazo dance tras otro: “Falando serio”, “Mais cedo”, “Claridão”, “Moletom”, etc.
Silva describe su música como una oda a la inocencia y entusiasmo juvenil, cosa que consigue captar en el gesto desafiante de titular una canción “2012”. Puede que no tenga el arrebato de Prince y su “1999”, pero es toda una patada a la puerta del edificio de la MPB. A pesar de esa intensidad dance, Silva matiza muy bien dulzura y saudade, celebración y sentimentalismo (me imagino a Roberto Carlos vendiendo otro millón de discos con su versión de “Cansei”). Y aunque se permite jugar con lo popular (el sample de una batucada es la base de ese pastiche de Panda Bear que es “12 de maio”), “Claridão” al final de cuentas es un proyecto de indie comercial, con coros científicos en su appeal pop (a la Arcade Fire, algo muy notorio en “Imergir”), producido por el mismo equipo de James Blake, etc. Podría ser peor, en lugar de Silva un imitador de Coldplay pudo estar abriéndole las puertas de la MPB al mindie. En todo caso, el sabor que deja este disco es el de la confusa claridad que sobreviene después de haber roto una puerta a patadas. Es que ya era hora de que el maximalismo posmoderno, esa cosa que en el campo indie perfeccionó “Merriweather Post Pavillion”, llegase al Brasil, esa tierra a la que tanto le debe.
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