6. Laurel Halo – “Quarantine”
Recordemos la tapa de "Power, corruption & lies" (1983). No interesa tanto que detrás de su diseño se encontrase todo un Peter Saville, sino que la inspiración se la otorgó a Bernard Sumner una intervención en el Museo de Historia del Arte de Viena. Esa portada no se podía dejar al azar, puesto que representaba una potente declaración de la (por entonces) más avanzada banda de rock electrónico del mundo. Y New Order fue ese choque de modernidad y clasicismo. También nos dice mucho la tapa que Laurel Halo eligió para este disco. Una suerte de manga, la imagen posee un cinetismo violento, en lo literal (colegialas haciéndose el harakiri) y en lo estético (colegialas amarillas haciéndose el harakiri); pero el colorido de la imagen se hace igualmente cercano a la onda tripi-naïf de "My little pony" (las colegialas amarillas sonríen y, además de los borbotones de sangre, un arcoíris brota de sus heridas). El punto es que la tapa de "Quarantine" nos dice tanto sobre la música de Laurel Halo como sucedió con New Order en su momento, pues contiene la distorsión post-digital, tan contradictoria como reveladora, que la alimenta.
En un nivel, lo de Halo pasa por hacer versiones techno de Detroit de Steve Reich, como en su EP del 2011 "Hour logic". Pero aquí, a diferencia de lo que hacen Reich o el techno, el ritmo no es más que una ruina, un rumor vago. Lo que mueve a las canciones es la dinámica de los colores con los que juega Halo. No es casual que en su música abunden tonos tóxicos y desorientadores. Un buen referente de lo que hace puede ser la banda sonora de John Carpenter para "Escape from New York", pero esto no es hauntología. Quizás trans-hauntología, una música que captura la narcosis tecnológica en la que habitamos. Pero en el fondo, la fuerza vocal es lo que completa esta propuesta, pues le brinda un dramatismo (incluso emocional), que la hauntología carece ("Thaw", “MK Ultra”). Podríamos decir que, en esa faceta, Laurel Halo explota la versión dionisíaca de ese estilo. Es curioso que la voz sea también la principal novedad con respecto a los numerosos lanzamientos previos de Halo, una decisión creativa que resuelve el errantismo crónico que sufrió su música en el pasado. Incluso, si la música a momentos cae en la tentación de tomar la fluidez de estos tiempos de forma literal, la voz desnuda e imperfecta de Halo la señala como una invasora humana en un mundo de máquinas. Algo que además es casi una realidad tangible en nuestro entorno.
¿Y cuáles son las preocupaciones de Halo como letrista? Casi las mismas que sus paisajes sonoros sugieren. En sus canciones habla de espejos, memoria y espectros ("Airsick"), de la disosiación como un proceso simultaneo a la percepción ("Years"), etc. ¿Con esa clase de valores, en qué lugar del multiverso podrían "Tumors" o "Morcom" ser éxitos pop? ¡Por imposible que parezca, lo están logrando aquí! Para eso se valen de unas formas que evocan un futuro que a veces se siente más cercano que el mismo presente. Si dejamos de lado la cháchara ilustrada y hablamos en términos de periodismo llano, podemos presentar a Laurel Halo como la versión de Grimes que, en lugar de perseguir a su novio crustie, estudió a fondo la obra de Drexciya. O una Javiera Mena que, antes que Daniela Romo, quiere ser una Juan Atkins post-digital. Lo mejor es que Halo combina la extrañeza y voluntad de poder de las dos divas, y por ello lo tiene todo para ser reinar en estos tiempos. ¿Pero cuáles son esos tiempos? Los de una generación, la nuestra, para la que lo cósmico y futurista no existe más allá de la fantasía. Nuestros abuelos vieron al hombre llegar a la luna. Nuestros padres "Alien" y "Blade Runner". Nosotros tuvimos "Independence day" y "Animatrix". Con esas referencias estéticas, no nos quedó ni utopía ni distopía, sino un sobrecargado lienzo... mejor, un monitor LCD sobre el que garabatear. Pues bien, ésta es nuestra música.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario