4. Julia Holter – “Ekstasis”
Si pudiera meterme en la cabeza de un músico contemporáneo, al estilo "Being John Malkovich", sería Julia Holter. No sean mal pensados, lo que me interesa es descubrir qué la llevó a pasar de un disco tan abstracto y atmosférico como "Tragedy" (2011) a uno de melodías pop embriagadoras como "Ekstasis". El quid está en cómo afrontar el cambio sin que tus viejos compañeros vanguardistas te miren como si te habrías unido a Kiss. La transformación es tan drástica como la distancia que separa la música experimental a secas y el pop experimental. Holter resuelve el dilema reemplazando el artificio de su primer disco –también estupendo, pero un poco más tocado por los vicios de su formación (estudió filosofía, literatura clásica y teoría musical)– con un majestuoso oficio pop. Como poderosa declaración tenemos "Marienbad", que abre el disco, y debería ser la epítome del pop experimental, pues consigue mantener su naturaleza interpeladora desde una melodía y unos coros que no tienen porque violentar a los que descubrieron a Beach House en el hilo musical de una tienda de zapatos. ¡Si la romántica "In the same room" hasta suena bailable! Menuda forma de cambiar de piel.
Bueno, tampoco es que Holter de golpe se haya transformado en otra imitadora de Stevie Nicks. Si en su primer álbum se inspiró en el mito de Hipólito, aquí trata el éxtasis en el entendido grecolatino, como una experiencia extracorpórea, nada que ver con el MDMA. En la misma "Marienbad" toma rutas órficas que, en efecto, remiten a "L'Année dernière á Marienbad" de Resnais, o al tratamiento de la parasomnia típico de la hauntología. En general, el disco se mueve cerca de la idea de cantautor atmosférico que cultivó Arthur Russell, y no esconde el precedente de grandes compositoras como Meredith Monk, Laurie Anderson, Mary Lou Williams o Linda Perhacs. Sin embargo, a momentos consigue recordar también la vibrante humanidad de Joni Mitchell, sin por ello tener que usar una guitarra acústica como arma principal. Sirvan de prueba "Moni mon amie", "Boy in the moon" o "This is Ekstasis".
Todo apunta a que la transmigración pop de Holter continuará, pues cuando empezó a tocar en vivo se vio obligada a traducir su música al formato de trío (piano, efectos, percusión y un contrabajo). Esta apertura le da a su música un vuelo incluso mayor, próximo a una condición etérea (pero no frágil) que sugiere un dream pop acústico. Algo que, por cierto, la aparición de un saxo ya insinuaba en la última canción de "Ekstasis". Cada vez menos encorsetada por sus pecados formativos, Holter se permite dedicarle una canción a su gato ("Für Félix") en la que mezcla lo naïf de las letras con una música que es en esencia un madrigal. Esa capacidad de sorprender desde lo ambiguo es lo que nos ha hecho enamorarnos de Holter, de la que -sin acceso un piso siete y medio- sólo podemos imaginarnos cosas, conjeturar y suponer. ¿Será lo suyo una reacción vagamente elitista a una electrónica underground devota al pasotismo estetizado? ¿O tal vez se trata de una genuina evolución expresiva hacia canciones de estructura clásica? Un poco de cada cosa, pues "Ekstasis" propone una forma de superar esos dilemas, presentándonos nada más y nada menos que a una rapsoda de la nueva era.
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