Como es tradición desde hace dos años, hoy publicamos nuestra crónica del San Miguel Primavera Sound 2012. La experiencia fue igual de extraordinaria y por eso estamos tan interesados en compartirla con ustedes. Podrán encontrar la crónica en páginas de La Ramona (aquí). Sin embargo, dada nuestra inclinación por la prosa expansiva –con perdón anticipado de los lectores– se nos hizo imposible hablar de las 37 bandas que vimos en el finito espacio que ofrece un diario. Queriendo completar nuestro recuento y suponiendo que existen lectores igual de completistas (o raros) que nosotros, a continuación les presentamos el “bonus track” de nuestra crónica. Ocho micro-reseñas que redondean lo publicado en La Ramona, dando espacio a bandas tan célebres como Mudhoney o Atlas Sound, pero en especial intentando socializar cada molécula de felicidad que nos regaló el Primavera. A ver si lo logramos.
Una de las curiosidades del
viernes fue la coincidencia de Wilco y Death
Cab for Cutie en el cartel. Si bien hoy tienen la vitola de dinosaurios de
la escena, hace apenas una década plantaron las semillas de todo esto. Aún así,
su suerte ha sido dispar: al margen de sus vaivenes, Wilco están consagrados
como un activo fijo del rock independiente, mientras que Death Cab nunca ha
conseguido sacudirse la imagen de sensación post-adolescente. No planeábamos
verlos, pero alcanzamos a escuchar sus primeras cuatro canciones. Llamaba la
atención el ímpetu de la banda (“Doors unlocked and open” sonó como un digno
rip-off de “Hallogallo”, “I will possess your heart” se deja escuchar mucho, y
eso que me insistían que su techo es el “Transatlanticism”),
pero los problemas de sonido, el tono nasal-quejumbroso de Ben Gibbard, lo
monótono del registro de DCFC y lo mal que le sentaba a su propuesta un
escenario tan abierto y masivo como el MINI, terminaron por aburrirnos. De
vuelta en el escenario ATP, Mudhoney
demostraba que en el bien envejecer hace mucho la dieta que uno sigue. Luciendo
musculatura estilo Stooges, los protomártires del grunge animaron el primer
pogo de la noche, libres de cualquier presión o compromiso. Lo malo fue que,
aún sonando más limpios y machacadores que sus últimas entregas discográficas,
su contundencia se fue atenuando en la repetitividad de sus canciones. A menos
que uno sea muy fan o guarde cariño juvenil por estas composiciones, se hace
difícil meterse del todo en el concierto. Igual ya tocaba buscar sitio para ver
a Wilco. Y por ahí nos fuimos.
El sábado, luego de ver a Jeff
Mangum en el Auditori, la primera dosis de oscuridad retro la ofrecían The Chameleons, una seminal banda de
post-punk que a pesar de haber sido tan influyente (véase The Horrors e
Interpol), jamás trascendió. Con un giro más acerado de lo habitual, combinaron
canciones de su clásico “Script of the
bridge” con temas nuevos (anunciaron “Eden”
para otoño), sin desentonar. No es poca cosa, más si el frontman se las arregla
para cantar desde el foso sin sacar la lengua (aunque necesite ayudita para
volver a subirse), mientras la banda consigue conectar su “Singing Rule
Britannia” con Joy Division y The Clash sin quedar en vergüenza. La clase de
cosa que sirve para recordar que los artículos originales rara vez se devalúan.
Un par de horas más tarde, todavía
en el tren post-punk, fuimos a ver a The Cure, que se mandaron un show tan
largo como histórico (hablamos de eso en la crónica oficial). Con la espalda y
los planes hechos pelota –tres horas de concierto cuando esperábamos a lo sumo
90 minutos nos obligaron a perdernos a Napalm Death, Dirty Three, Big Star’s
Third, M83 y Codeine–, nos quedamos en el escenario más cercano a ver a The Drums –más interesados en tumbarnos
un rato que en quienquiera estuviese tocando. El caso es que los neoyorquinos ya
pasaron por el Primavera en 2010, nunca fueron santos de nuestra devoción por
su sospechoso olor a hype, y tenían en contra el obnubilamiento post-Cure, pero
parecen haber templado sus aspiraciones y no sonaron nada mal en las pocas
canciones que los vimos tocar. De allí nos arrastramos al escenario Pitchfork
para ver a SBTRKFT, una de las
sensaciones de la electrónica actual, con la que no pudimos sincronizarnos del todo,
preocupados como estábamos por descontracturar nuestras pobres extremidades y
conseguir una balsámica cerveza. Tan contentos como exhaustos, seguíamos
sufriendo la paliza de los veteranos darks ingleses. Algo parecido nos pasaría
un poco más tarde, cuando la electrónica con sabor regional del supervato Rebolledo no terminó de contagiarnos. Para tener el resto físico y
moral necesario para engancharte con el mood fiestero luego de 16 horas de
conciertos, hacen falta muy buenas drogas o niveles de stamina increíbles. Muy
buenas, he dicho.
El sábado tocó repetir con Jeff
Mangum. A diferencia del show del viernes, la cercanía con el público fue
extrema. Al punto que Mangum se llevó una montaña de obsequios, que le fueron
entregados en mano propia por sus fanáticos. Tan de buen humor estaría que un
poco más tarde se lo vio en el concierto de The Olivia Tremor Control,
confirmando como ya hicieron sus shows, que es un humano normal y amistoso. Tal
vez demasiado para el que hasta hace pocos meses era el Salinger del rock
indie. Pero bueno, luego de su segundo show en el Auditori, la onda expansiva
de felicidad nos atrajo al escenario San Miguel, en el que los Kings of Convenience tenían a una
muchedumbre comiendo de su mano gracias a su infalible empatía y a un folk de
brisas mediterráneas, que sigue validando eso de que “quiet is the new loud”.
De ahí nos movimos en busca de otro de los fijos de este festival, que también tuvimos
oportunidad de ver en 2010 y que hoy sigue creciendo: Bradford Cox, en esta
ocasión con su proyecto solitario Atlas
Sound. Cox siempre ha presentado esta veta expresiva como su versión
“bedroom pop” de los cantautores folkie; y así se lo vio, ataviado con una
guitarra acústica y con un porta armónica al estilo Dylan, pero manipulando
capas sonoras con pedales y samplers. Hasta se atrevió con un cover de Hank
Williams (hablando de eso, no pueden perderse su versión de Leonard Cohen, en YouTube
hace meses). Alivia ver que el traspié de “Parallax”
fue sólo eso, y que Bradford Cox sigue siendo el más talentoso, excéntrico y
visionario de los ídolos del mundo indie. En él confiamos.
Tuvimos que abandonar Atlas Sound
pronto, pues había que cruzar el Fórum para llegar temprano al escenario MINI, donde
Beach House iba a presentarse. Lo hicimos con algo de renuencia, pero el
sacrificio fue justificado. Con todo, tras 90 minutos de sensibilidad dream pop, había que recuperar los
niveles de testosterona con urgencia. Nuestros lectores conocen nuestra
formación punk, así que entenderán cómo nos costó poco saltar del erotismo algodonado
de Beach House, al hardcore clásico de Off!
Casi no los hemos escuchado, pero su música rabiosa es imposiblemente familiar.
El tipo de sustancia que dispara en tu cerebro las ganas de hacer pogo –incluso
al tercer día de un festival, o estando ya viejo (y calvo, como Keith Morris).
De hecho, con su inmisericorde martilleo, Off! es la banda perfecta para
festivales, pues incluso en salas sus sets jamás rebasan la media hora. Si el
rock indie noventero es nuestra comfort
food, el punk es lo que tiene nuestro superyó en el Ipod. Como estaban en
el escenario de al lado, Off! terminó pronto y había que hacer parada en boxes
para tomar algo de aire, nos quedamos en el escenario Pitchfork para ver cuatro
canciones de Chromatics, que en vivo
redimen el italo disco de marca blanca que ofrecía su más reciente álbum. Habrá
que otorgarles el beneficio de la duda.
Y bueno, el cartel del concierto
de clausura del San Miguel Primavera Sound, programado para la tarde del
domingo, era más que atractivo: Nacho Vegas, Richard Hawley, etc. Mea culpa,
nos lo perdimos. Aunque puede parecer una decisión imperdonable, ya no
asistimos, primero por la amenaza de lluvia, segundo por habernos despertado
cuando la tarde casi no lo era, y primordialmente por el bajón post-Primaveral –una
maldición llena de gozo que no nos cansamos de sufrir. Resulta que Nacho Vegas
tocó una extraordinaria versión de “Devil town” de Daniel Johnston. Para que vean
que ni los que vamos al San Miguel Primavera Sound podemos ser felices todo el
tiempo. Al menos la canción está en YouTube. Por todo lo demás, nos vemos el
año que viene.