martes, julio 29, 2008

La sobrina de Julio Barriga


Me habían dicho que Julio Barriga era un poeta punk. También había escuchado de su amor por Bob Dylan, por Genet o Huysmans –escritores ellos en los que eso de “ser poeta no para escribir versos” se hace tan cierto–; supimos igualmente de sus "Versos perversos" y de los celebradamente desaforados volúmenes de aforismos que ha publicado –deliciosa pero escasa muestra de una cosecha enorme, que cotidianamente circula sus conversaciones–, por lo que la oportunidad de presentar su reciente poemario "Cuaderno de sombra" en Cochabamba, era un honor y una estupenda oportunidad para conocer de cerca al gran poeta tarijeño. Así fue que nos complació acompañar a Barriga durante su breve pero “anárquica e invariablemente espirituosa” estadía en nuestra ciudad.

Es éste último libro suyo el que mayor atención ha merecido, tanto del público como de sus pares literarios (vinosaurios y pupilos por igual), y no ha faltado el que se animó a ubicarlo como su “primer (gran) libro”, ignorando los cinco que publicó previamente el tarijeño. Efectivamente se trata de un trabajo que encuentra a Barriga consolidado y finalmente dispuesto a aceptar su rol como poeta y heredero de Roberto Echazú –desparecido escritor tarijeño, amigo del de Cinti y uno de los mejores vates que tuvo Bolivia–, y que cuya ausencia otorga aún mayor complexión poética al libro. Pues por Barriga, y con Barriga, Echazú alcanza –diría D.H. Lawrence– “esa exquisita finalidad, esa perfección que pertenece a todo lo lejano”. "Cuaderno de sombra" también es el primer libro editado por un prometedor emprendimiento literario nacional: Editorial “El Cuervo”, dirigida por Fernando Barrientos, quién ha declarado que ésta novel casa editorial nace y se formaliza a partir de la idea de publicar "Cuaderno de sombra", primero, exclusiva e ineludiblemente, haciendo del proyecto una “bestia de dos cabezas”; pues era imposible, dice Barrientos, pensar en la editorial sin el libro de Barriga, pero ya hoy lanzado ésta va por mucho más, precisamente gracias al sentido adquirido al atravesar aquel umbral de la mano de "Cuaderno de sombra". Entonces, a continuación presentamos algunas percepciones –una simple lectura– del último poemario de Barriga, que fuera presentado en nuestra ciudad el pasado jueves 24 de julio y que compartimos con ustedes ahora.

Y aunque no es ni Kathy Acker ni John Cooper Clarke –es ridículo traerlos a colación ahora, mas esto de “poeta punk” obliga– creo es más lógico (aunque tal vez no menos aventurado) encontrarnos con Barriga desde la letra de “Walt Whitman´s niece”, una gran canción de Woody Guthrie que supieron completar los estupendos Wilco. Dueña de una imprecisión poética tan simple como potente, me suena definitivamente a Julio Barriga y (algo de) su obra, y me sugiere incluso el título para el presente comentario. Y puede no ser un despropósito tan grande unir a Whitman con Guthrie con Barriga y Wilco (también he sentido a Barriga con su “Handshake drugs”, pero ese es otro asunto), pues el puente entre todos estos poetas/músicos/artistas está en Bob Dylan, quien sabemos inspira también al tarijeño, y que late en múltiples formas (metatextuales como textuales) en sus versos. Esto es evidenciable en "Cuaderno de sombra" en aquel poema que comienza diciendo “déjenme ésta forma de estar/como si no estuviera”, como en varios otros pasajes del mismo libro. Excusada esta licencia, continuemos con la lectura.

“Ser poeta como una forma que te ofrece/ la vida de no ser en absoluto” escribe Barriga, encontrándose –tal vez– con el Thoreau que decía que “El arte de la vida, de la vida del poeta, es hacer algo sin tener nada que hacer.”, asentando al mismo tiempo el espíritu de éste su poemario, que vuelve incansablemente sobre la idea de la poesía y el lugar del poeta; describiendo el “método” de su escritura y la razón por la que se ha lanzado en este camino: “Un extraño día en Julio/ cuando tan sólo podía volverme loco/ tallando la sonrisa de la felicidad imposible.”. Igualmente rondando la idea del poeta y su “musa solitaria”, Barriga sigue buscando su telos como un ejercicio de soledad (“Solo en la posesión de mi abandono”), y consigue conjugar el silencio de Echazú con su propia y sempiterna soledad, pues ya ambas se han convertido en una sola cosa, la misma y completa expresión poética de un anhelo común: “Roberto, enséñame a existir./ Mi cueva de Platón es distante de la tuya/ tu mueres mientras yo ambulo y peno/ y tu ambulas y penas y yo muero.”

Un rumor epicúreo (“coronadas de ortigas volubles cori feas”) discurre ahora con naturalidad por los versos de Barriga, que fue forzado al silencio durante mucho tiempo, pero que en el maestro Echazú encontró que el doble aislamiento de su silencio (soledad) era el valor poético que ningún otro encontraba. Esclarecedores en ese sentido resultan estos versos: “el ejercicio de la soledad consiste/ en ir allá donde tus pies te lleven/ y el frío que te permite/adéntrate más en ti y concentrarte/ más cerca de tu núcleo/ ver la peligrosa abstracción en que se convirtió tu vida/ pasearse entre la gente/ ser uno más de ellos/ o tener la ilusión de ser uno más de ellos”. (**ellos**, de quienes diría Barriga en algún otro poema suyo: “seres implacables e imbancables a los que ahora solo puedo visitar en sueños de los que me despierto gritando”). O, “Quedé congelado en la distancia/ entre aves que antes habían sido peces/ seres entre los peces y las aves/ mirándolo todo despiadadamente/ mientras grandes copas se entrechocan en las alturas/ yo soy esclavo de mi metodología.”, fragmentos ambos que confirman una forma de pensarse que ya es categórica en el corpus poético de Barriga.

Es, resonando en ésta frecuencia, que podemos encontrarnos al Julio Barriga “punk”. Y como cualquier intento por sugerir la existencia de tradiciones parnasianistas en Bolivia es un mal chiste, podemos entender en Barriga esa actitud “punk” como el uso característico de una estructura poética usualmente esbelta, sobre la que inserta giros y modos plenamente “antipoéticos”. En el enfrentamiento de una poesía “como medio de ambición”, contra lo (malamente) pop o light que se ha escurrido en el arte poético. “Siempre me las he arreglado/ para llevar una vida de mierda: poesía que no labra/ mansiones de la pureza”, dice el mismo Barriga que en algún otro poema admite estar teniendo “mucho rock&roll con la misma camisa”. Versos “siempre huyendo cinco metros/ por delante de las resacas” o la intención inclaudicable por insertar entre sus poemas lo dicho por otros, de acoplarles a los mismos salidas y resoluciones no esperadas y preformadas a partir de ecos populares, su deseo de conectar afanes aforísticos con sentencias de humor frontalmente sugerido, la voluntad de hibridar su poesía con slogans y rimas en las que se juega el sentido antes que la sonoridad, en formas que aspiran a lanzarse contra la poiesis antes que confluir hacia alguna métrica o canon, hacia algún centro formalista, etc.; a Barriga lo tenemos, demasiado a menudo, recitando mientras se pelea con la tecnología, las madrugadas y los códigos. Y todo eso, está clarísimo, lo hace un “poeta punk”.

Desde una poética cuya voz abandona la autocéntrica definición que tiende a mostrarla como un implacable solipsismo, Barriga le escribe a La Paz y Tarija como solamente Auden (que fue inglés y americano, a la vez que ni una cosa ni la otra) consiguió hacer, pero en su caso del de Yok con la lengua inglesa como un todo, pues es Julio Barriga “paceño y tarijeño” a un solo tiempo –sin ser, tampoco, ninguno de los dos–. La pujanza de la ciudad alcanza un gran protagonismo en sus versos, que aparentemente es sólo posible cuando ésta –la urbe como presencia conceptual– demarca lo real pero evoca y proyecta más que eso; como cuando John Fante y Rimbaud se pusieron a boxear, en un juego sutil y complejísimo pero difícilmente denostable. “El lugar donde exudo arañas/ y escribo caminando/ o en los colectivos” sentencia Barriga, que lo mismo nos sitúa con sus poemas en Pilaya que en La Pérez.

“Después de un par páginas, ahí estaba/ toda la noche, tendidos y escuchando/ y olvidando los poemas/ Nos había dicho que era sobrina de Walt Whitman/ pero no qué sobrina./ Hace falta una noche y una chica/ y un libro como éste/ y un largo, largo tiempo, para encontrar el camino de regreso.” Woody Guthrie dejó a Wilco algunas de esas líneas en la ya mencionada “Walt Whitman´s niece”, “La sobrina de Walt Whitman”. Al rescatar su oposición y completitud conceptual respecto y a partir de (desde y hacia) su maestro Roberto Echazú, Julio Barriga se (re)asume como poeta y se enfila nuevamente en esa senda de la que muchos fueron descarrilados por incontinencia –ojala tal sea sólo un risible pecado de juventud– o por la irregularidad del que se ha extraviado irremediablemente. Así y aquí, por el contrario, Barriga decide acercarse a la caverna del “Héroe del Silencio”, Echazú. Y esto nos permite celebrar todavía con mayor regocijo el haber recuperado definitivamente a Julio Barriga, quien de paso está atravesando ahora mismo su mejor forma poética.

Dice Humberto Quino que Barriga nos adentra con sus versos en el perdido reino del lenguaje aniquilado por la revelación. Evidentemente, lo aseguraba ya Alberto Caeiro al decir que el único sentido oculto de las cosas son las cosas, la poesía es inevitablemente aniquilada por la revelación, porque el lenguaje hace que el “doble existir” no sea necesario: decir lo ya sucedido no lo existe. Pero esto no es algo sencillo de observar ni de recrear, menos desde el campo poético, en el que abunda el deseo de imperar con la tozudez del que se conmueve cuando ve el agua corriendo por el suelo inclinado. Decía en tal sentido Valéry que el poder del verso nace de la indefinible armonía que existe entre lo que dice y lo que es. Y es esto en Barriga doblemente innegable, pues al contrario de lo que sugería Yeats, no tiene él que elegir la perfección de la obra o de la vida, elegir entre ser un poeta o escribir versos. Él posee la salvaguarda imposible del que, en un extraño día de Julio, juega con los dados cargados de la nada.


miércoles, julio 09, 2008

En defensa de César Brie

“… en todos los pueblos que han vivido sofocados por una esclavitud de siglos, pervive el odio teológico a la inteligencia y el terror jesuítico al pensamiento libre. Se necesita ser un apasionado de las ideas y de la verdad para atreverse a pensar libremente—y escribir—en semejante medio.”
Carlos Medinacelli (1899-1949)


Todavía me cuesta creer que César Brie, el ayer aplaudido y aclamado director del afamado Teatro de los Andes, uno de los pocos artistas que viven en Chuquisaca reconocidos nacional e internacionalmente, que ha llevado en alto el nombre de nuestro país por el mundo y que era hasta hace no mucho tiempo considerado hijo pródigo de la Ilustre Ciudad[2]; sea hoy atacado, acusado y amenazado de la manera más ruin y procaz.

La razón es por todos conocida: además de escribir algunos artículos en los que denunció el régimen de intolerancia imperante en la Ciudad Blanca, Brie se atrevió a narrar con detalle el atropello ocurrido el 24 de mayo en el documental Humillados y ofendidos junto a Pablo Brie y Javier Horacio Álvarez. Allí mostró, entre otras muchas cosas, que la agresión que sufrieron los campesinos e indígenas chuquisaqueños no fue solamente un acto de violencia política, sino que tuvo un fuerte componente de violencia racial[3] y, quizá más importante aún, señaló la responsabilidad de más de uno de los miembros del Comité Interinstitucional en estos hechos aciagos. Más que ninguna otra cosa, Humillados y ofendidos denunció la actitud de una parte importante de la ciudad que no quiso o no supo repudiar con suficiente fuerza lo sucedido aquél día, ya porque tácitamente apoyó lo ocurrido o bien porque sintió miedo de disentir públicamente en una ciudad donde ya no es posible pensar diferente (de ello da fe, por citar sólo un ejemplo, la golpiza que recibió recientemente el diputado oficialista Wilber Flores).


En palabras de Brie:
[Vi] una multitud enfervorizada y ensañada, agresiones a inermes, miembros del Comité Interinstitucional dirigiendo las personas en el estadio, uno de ellos riéndose mientras ve cómo arrean y golpean a los campesinos. También se escuchan voces defendiendo a los vejados[4].

¿Se le ataca por esto? ¿Es su denuncia una “injusta y desleal actitud (…) contra la población de Sucre”[5]?

La primera acusación contra Brie raya en el cinismo y la ignorancia, pues se le acusa de haber “montado” las escenas de Humillados con el fin de, primero, mostrar a Sucre como una ciudad racista y retrógrada y, segundo, responsabilizar de los hechos a los miembros del Comité Interinstitucional. Baste decir en defensa de César Brie que muchas de las más crudas y reveladoras secuencias de Humillados son tomas completas y que aún exhibidas individualmente o en distinto orden provocarían el mismo repudio e incriminarían a las mismas personas[6] (y si los enemigos de César no están de acuerdo con esto los reto a demostrar lo contrario). Para sus enemigos, las indignantes escenas de palizas y abusos son sólo “teatro oficial”[7]. César Brie no niega que Humillados es su versión de lo ocurrido; frente a ello, sin embargo, sus detractores no han sido capaces de narrar de otra manera la historia del 24 de mayo. Por poner sólo un ejemplo, no han sido capaces de encontrar en las varias grabaciones a los supuestos infiltrados masistas a los que se refieren constantemente, ¿tendremos que pensar que César Brie los borró recurriendo a efectos especiales?

Los acusadores de César Brie lo llaman “enemigo de todos los sucrenses”, cuando éste dice más de una vez en sus textos que hay sucrenses que no son partidarios ni del terror, ni de la violencia ni de la intolerancia, y que el 24 de mayo varios de ellos intentaron defender a los indígenas (“También se escuchan voces defendiendo a los vejados”). Al final de Humillados se escucha el testimonio de un joven que dice que dice “[ellos] no son gente del pueblo (refiriéndose a los agresores), nuestra gente ayer decía “basta”, no humillen a nuestros hermanos campesinos, no humillen al que piensa diferente, no hagan esas barbaridades, esas atrocidades…”

Sostienen sus calumniadores que César Brie está completamente parcializado a favor del MAS. Aunque las inclinaciones políticas del artista son conocidas (y esto no debería ser motivo de condena alguna), él ha sido enfático al sostener que en lo sucedido en Sucre tanto en noviembre como en mayo tiene también responsabilidad el Gobierno. No puede explicarse sino que sostenga que “los errores del gobierno y su escasa vocación democrática han colaborado a popularizar este fascismo”[8] (refiriéndose al clima de intolerancia y agresión reinante en Sucre). Sus detractores fundan sus acusaciones en que Humillados y ofendidos fue transmitido solamente por Televisión Nacional (salvo en Sucre, donde fue censurado), César Brie responde que envió el documental a cuatro televisoras y que sólo ésta accedió a pasarlo.

Los que atacan a César Brie no hacen un esfuerzo por demostrar que lo que dice no es cierto (es, dicen, algo que no vale la pena), prefieren cambiar de tema en lugar de responder a sus denuncias y lo acusan, por ejemplo, de no haber filmado los hechos de noviembre, siendo que el artista se encontraba fuera del país; recurren a la calumnia al afirmar que recibió dinero del MAS, algo que, claro está, no pueden probar; o, lo que es aún más vergonzoso, lo acusan de racista sólo por ser argentino (algo que, dicen, es imperdonable), con lo que demuestran de paso su escaso raciocinio.

Como si esto no fuera suficiente, se acusa a César Brie de inmiscuirse en política siendo extranjero y se lo amenaza con correr la suerte del “peruano Chávez”[9], cuando Humillados y ofendidos es, antes que nada, una denuncia de una flagrante violación a los derechos humanos. No es la primera vez que César Brie hace un trabajo de denuncia, lo había hecho ya en sus obras En un sol amarillo, memorias de un temblor y en Otra vez Marcelo; por ello, no deja de resultar paradójico que sea justo ahora que se recalque su condición de extranjero, haciendo gala, dicho sea de paso, de un chauvinismo y un provincianismo patéticos. A los detractores de César Brie habría que recordarles que también Luis Espinal era extranjero y que lo era también, qué paradoja, el mismísimo Mariscal Antonio José de Sucre.

Concluyendo, los detractores de César Brie no son capaces de seguir una discusión razonada, se entregan fácilmente a la descalificación, al insulto torpe y la calumnia; a diferencia del director del Teatro de los Andes, han perdido su independencia y honestidad intelectual y se han convertido en voceros del establishment; sus argumentos (si puede llamárseles así a esta sarta de retruécanos y difamaciones) carecen de elegancia y de la mínima coherencia. Al intentar ensuciar un nombre que por su trayectoria es difícilmente ensuciable dan un tristísimo espectáculo; su única disculpa podría ser, si tratamos de no pensar mal, que actúan nublados por la furia que dejó noviembre en Sucre.

[1] Becario boliviano en El Colegio de México (http://www.colmex.mx/) donde cursa la licenciatura en Política y Administración Pública. El autor vivió algo menos de dieciocho años en Sucre.
[2] No me voy a referir a Sucre como la Culta Charcas porque “culta” es una adjetivo cada vez menos pertinente para esta ciudad. No es sólo una cuestión de intolerancia política, como bien muestra César Rojas Ríos La ciudad Vagón, los hilos negros de la ciudad blanca, la producción artística e intelectual de Sucre ha ido declinando paulatinamente. Como era de esperarse, Rojas Ríos es un académico detestado en Sucre por su franqueza.
[3] En este punto no estoy de acuerdo con lo sostenido por la redacción de Pulso en su nota titulada “Chuquisaca en su hora crucial: radiografía de la región más polarizada del país”.
[4] César Brie, “Respuesta a los argumentos de Mier”, Correo del sur, 2 de julio de 2008.
[5] Rodolfo Mier Luzio, “Al César…”, Correo del Sur, 4 de julio de 2008.
[6] Es terriblemente absurdo sostener que las imágenes en las que se ve a Fidel Herrera mirando plácidamente la agresión y comprometiéndose a ir a la plaza más tarde (minutos 30 y siguientes) son “montadas”. La locación, la luz y el tipo de filmación son las mismas que las que segundos antes lo muestran caminando junto a la turba.
[7] Rodolfo Mier Luzio, “Teatro oficial”, Correo del Sur, julio de 2008.
[8] César Brie, “Sucre, capital del racismo”, artículo que circuló por Internet.
[9] Mier Luzio, “Al César…”.