Gustavo Urquidi, seguramente acicateado por la escasez de homenajes al gran filosofo Friedrich Nietzsche y aprovechando un nuevo aniversario de su desaparición física, nos envía un muy interesante artículo en torno al pensador alemán. Nietzscheanos como somos, esta oportunidad permite unirnos a Urquidi en la invitación para volver – acaso en eterno retorno – sobre el pensamiento de este filosofo.
Realmente es un privilegio poder contar con lectores como ustedes, y demás esta decir que la invitación a compartir opiniones, textos y afines en “Diseccionando a la Musa Perdida" está siempre abierta. Los dejamos con el texto de Gustavo Urquidi, a quien nuevamente agradecemos la gentileza.
De manera muy esquemática, tal vez se puede decir que el alemán identificó la crisis que se hacia sentir en su tiempo, y que continúa hoy, prediciendo el actual desgarramiento de las tradiciones, la pérdida de creencias ancestrales. Habiéndolas anticipado, en lugar de enmascarar esta situación, Nietzsche decidió llevarla hasta las últimas consecuencias, abrazando un proyecto radical de crítica de todas las esferas de la cultura. Nietzsche no dejó en paz ningún fundamento moral y religioso, en cambio derribó la noción de verdad absoluta e intentó así trazar y tomar el pulso de los instintos subyacentes en las acciones humanas (no es por otra cosa que Freud lo consideraba como uno de sus precursores). Realizada esa tarea crítica, Nietzsche supo que debía proceder a proponer nuevos valores; puesto que era preciso encontrar otras formas de vivir, propias del hombre occidental. Para lograr aquello nadó contra corriente, contra dogmas y mitos, desmoronó los poderes establecidos y lo que consiguió fue tan monumental que hasta nuestros días todavía se oyen los ecos, de uno y otro lado.
Son todos esos temas los que aparecen en sus obras. Por ejemplo, en Crepúsculo de los Idolos, escrito en 1888, Nietzsche anuncia desde el principio que el libro debe ser tomado como “una declaración de guerra”, cuyos enemigos principales son los “mitos” de la metafísica, de la religión y de la moral. Como prueba compleja e irrefutable el texto empieza con un duro ataque a Sócrates, el fundador de la filosofía occidental, en una arriesgada como definitoria acción. Fechado diez años antes, Humano, Demasiado Humano, tiene también un severo núcleo crítico; pues en este libro, por ejemplo, Nietzsche defiende por primera vez su doctrina del perspectivismo, la idea de que no hay verdades definitivas, apenas interpretaciones sobre la realidad condicionadas por el punto de vista de quien las propone. Ya en el subtítulo del mismo libro el filósofo anuncia que aquel es “un libro para espíritus libres”. Ellos son los que abandonaron las verdades heredadas en favor de una vida plena de experiencias y aventura. Tal es el lado “constructivo” de su pensamiento y el de más fuerte apego por lo popular. En estas obras comienza a delinearse el temple de su genio, en el que son tan importantes los temas como el formato de su pensamiento. Distante del estilo casi inhumano de Kant, Nietzsche se regocijaba en las metáforas, los vuelos de retórica y la musicalidad de la lengua alemana. Por su fuerza literaria Nietzsche, un gran escritor en derecho propio, influenció a importantes autores del siglo XX, como al austríaco Rainer Maria Rilke, el francés Albert Camus, el alemán Thomas Mann, entre muchos otros, que han bebido directa o indirectamente de su fuente temática o formal.
Al margen de esto, la forma estilística por la que Nietzsche siempre levantó más debates fue el aforismo, expresión por la que guardaba gran afición. Sus primeros libros habían sido escritos como disertaciones, pero después de Humano, Demasiado Humano, el alemán optó por esa forma corta, que nunca más abandonó y que cultivó con magistral fruición. Nietzsche era un enemigo ardiente de los grandes sistemas teóricos: “Desconfío de todos los hombres que tienen sistemas”, escribe en Crepúsculo de los Idolos, reforzando el fuste de su pensamiento. En otras palabras, el pensamiento fragmentario y muchas veces contradictorio que manejaba Nietzsche era parte de su proyecto filosófico y la del aforismo la forma ideal para articularlo.
Al referirse sobre algunos acontecimientos de su actualidad, Nietzsche defendía el pro y el contra, por lo que en ese entonces casi todos los movimientos culturales y políticos concebidos se apropiaron de sus ideas, en muchos casos sin comprenderlas o tergiversando su verdadero sentido (cosa que sigue sucediendo con calamitosa frecuencia). El ejemplo más “célebre” sin duda fue el del nazismo, que amparado en pasajes de sus libros, en los que se hace un elogio de la fuerza, de la virilidad, de la “voluntad de poder”, acabaron leyendo cuestiones racistas y despreciativas del judaísmo, por lo que muchos “intelectuales” nazis citaban sin empacho a Nietzsche como una suerte de ideólogo. Diversos estudios demuestran cómo casi todas las citas de Nietzsche apropiadas por los nazis fueron falsificadas o arrancadas de su contexto, lo que libra de tal denostacion al gran filosofo. Un ejemplo ya clásico en tal sentido, tan pedestre que bordea la ironía, es el del aforismo 475 de Humano, Demasiado Humano, en el que Nietzche ataca el nacionalismo y el antisemitismo (dos de los pilares de la política del III Reich); sin embargo el texto aparece en panfletos nazis como si afirmase exactamente lo contrario. Claro, Nietzsche no estaba vivo para atestiguar el uso distorsionado de sus textos. Pero no es difícil imaginar lo que hubiese dicho, mucho más si sabemos que él no quería discípulos intelectuales, sin importar fueran estos bien o mal intencionados.
Paradójica, intencional y más recientemente, Saramago en sus novelas humaniza un perro mientras muchos humanos, entre ellos intelectuales, se fosilizan. Preciosa figura. El cariño por Nietzsche es similar al que sentimos por Cipriano Algor, filosófico personaje del escritor portugués. Cuando nuestro filósofo sale de la Cueva (Platón) nadie le cree y la gran mayoría no le entiende, cuando Cipriano entra a la Caverna (Saramago) no le queda más que alejarse. La lección más importante de la obra Nietzscheana es tal vez la de más sencilla interpretación, pero de realización en extremo compleja: Es necesario pensar con independencia. Obviamente Nietzsche vivía más allá del bien y del mal.
gustavo a. urquidi t.