El Serio "Laberinto" Reciclador del Viejo Orden
Aguanté dos minutos y pude escuchar a una cholita paceña decir que en la Zona Sur de su ciudad se respetan más los Derechos Humanos que en la Fiesta del Gran Poder, a una choca señora con acento camba exclamar que el “discurso de los 500 años estaba vencido” y, ¡oh! sorpresa, al abogado cochabambino Cayo Salinas hablar de discriminación.
Era mucha tragedia para un domingo. Inmediatamente hice uso del remoto control, sin preguntarme si se trataba de una campaña por los 2/3, una pesadilla o un mal chiste.
El lunes, cuando ya me siento bien, me entero… me quedo tieso al saber que mi visionado no era una soñolienta alucinación, sino, nada más y nada menos, que el segundo capítulo de un “reality boliviano” (sí, así se presenta la cosa) llamado “Laberinto”, producido por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y dirigido (acá la cereza de la torta) por el cineasta Juan Carlos Valdivia (“Jonás y la ballena rosada”, “American Visa”).
Bueno, a cualquiera se le escapa al principio, pensé… me consolé asegurándome que, después de todo, debe ser la primera experiencia en la tele de Valdivia. Me propuse, de igual modo, darle una segunda oportunidad a la cuestión, el próximo domingo. Pensé, además, que el PNUD no podía haber errado tan feo, después de esa hermosa película de Marcos Loayza, producida y estrenada hace poco con el apoyo de esta entidad, “El estado de las cosas”.
A modo de reforzar mi esperanza y refrescado por un inusitado aire democrático (ese fabuloso sistema en el que cualquier imb… ciudadano puede decir lo que se le cante), revisé la web del “Laberinto” este:
“Laberinto es un reality que va en serio. Consta de doce programas de una hora de duración, en los que un elenco estable de participantes que expresan la diversidad y pluralidad del país, abordarán temas centrales que hacen al proceso constituyente y al nuevo pacto social que estamos construyendo en Bolivia. El propósito: poner en escena la posibilidad, por medio del diálogo y de acuerdos, de ‘salir del laberinto’ en temas que dividen y polarizan”.
Reality…en serio
Ya sin zapping, luego de siete días me conecto con el aparentemente bien intencionado tercer capítulo, qué mejor sobre el “polarizante” tema de “Tierra y territorio”.
Y compruebo, con lástima, que en verdad se trata de un reality… en serio. Tan profundo como el “American Idol”, tan aleccionador como “El Gran Hermano”, el programa trae otra vez a los singulares personajes, algunos distintos a los del anterior segmento. Con una estética tipo Televisa (no en vano Valdivia estuvo en México tanto tiempo), otra vez tuve que sufrir la desordenada lluvia de ideas sin fundamento.
De cualquier modo apelo a mi sentido de supervivencia, pero escucho, con estupor, que el latifundio en el oriente boliviano había sido apenas “un mito, una ideología”, que la gente sin tierra es un “pequeño grupo de especuladores”, que la distribución de tierras fiscales es una maniobra política.
Y la palabra de los contados invitados que sí tenían algo que decir (¿uno? ¿uno y medio?) era editada para contraponerla con las falacias de los restantes. Claro, también hay que ser “equilibrados”, y esto se logra poniendo la verdad al tiempo que la mentira, pues es ese el pluralismo de algunas instituciones y analistas-políticamente-correctos: orientar al público con medias verdades y medias mentiras.
Ay de mí que pensé que nada peor podía ocurrir. Qué equivocado estaba. En medio de todo el disparate, más reality… en serio: la charlita fue interrumpida al menos tres veces por el ¿tour político? ¿intercambio cultural? ¿viaje antropológico? de Cayo Salinas a un pobre pueblo cruceño.
Me tragué enterito el episodio del sonriente tipo con oscuras gafas regalándole su polerita de “2/3” a un confundido y pobre agricultor. No sabía si llorar o reír cuando la especie de Kimosabi piropeaba a la esposa del humilde anfitrión, o cuando le instaba a ser parte de las filas del Wilstermann.
Fin del show ¿Conclusiones? ¡Ah¡ sí, hablábamos de “Tierra y territorio”, creo… Sólo faltaba la respectiva votación vía SMS y la expulsión de algún gil que se tomó en serio el “enriquecedor diálogo”.
Ahora sí, en serio
En la pugna abierta de un país cuyas mayorías luchan por el poder, la torpe respuesta de los sectores privilegiados se ha hecho sentir no en la oposición política, sino en la oposición mediática. Radios, matutinos y canales son las armas de élites sin mayor proyecto que mantener el agonizante orden que se resiste a morir. El sembrar la confusión, el difundir pseudo verdades y la abierta toma de partido a nombre de las retrógradas derechas son parte de la acción de resistencia. Ejemplos hay cientos, uno de los más nuevos es la penosa amplificación de un paro cínico, perdón, cívico, en Cochabamba, para el que los chicos y chicas de la tele han fungido como portavoces prefecturales, degradando todavía más el ya venido a menos oficio periodístico.
Y el tal “Laberinto” parece ser parte de este juego en escala nacional. ¿Pruebas, caballero? Después del suplicio de ver otro capítulo de la serie rastree usted los nombres del supuesto “elenco estable de participantes, que expresan la diversidad y pluralidad del país”, del que apenas se brinda información en el programa.
Yo encontré lo siguiente: Flora Oyardo, la cholita paceña de la que hablaba al principio, fue candidata a constituyente por Unidad Nacional (UN), el partido del ex mirista Samuel Doria Medina. María Elva Pinckert, la rubia señora, es concejal del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), partido del “perseguido político” y residente en Miami, Gonzalo Sánchez de Lozada. Kathia Zamora, otra señora del “elenco”, fue candidata a constituyente por el extinto partido de los “errores y no delitos”, el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR). Cayo Salinas, que en su anterior columna dominical de un diario celebró la victoria del derechista Sarkozy en Francia (ese franchute que dijo que “los migrantes son escoria”), fue Secretario General de la Prefectura de Cochabamba en una gestión del MNR.
Así, el “Laberinto” este no es más que una máquina recicladora de partidos que hasta hace poco se encargaron de rifar el país a su gusto. Así, no me extrañaría que los próximos invitados sean nuevos y grandes valores, en teoría “apolíticos”, como el “carismático escritor” Juan Claudio Lechín o el locuaz “cívico” cochabambino Javier Bellott, por nombrar a muy probables candidatos en futuras elecciones.
Lo que me entristece verdaderamente no es que los espacios de libre expresión sean usados para decir cualquier cosa o para promocionar a futuros alcaldes o prefectos. Lo que me revienta es que hombres del arte y la cultura, como lo es Juan Carlos Valdivia, se presten al manoseo de los partidos políticos más reaccionarios de Bolivia.