“North Country”, o “Tierra Fría” como se les ocurrió a los distribuidores llamarla por estos lares, es una de las pocas películas nominadas al Oscar que se exhibieron en nuestras salas locales; pues recuerdo que apenas “Walk the Line” también vio una breve temporada de cartelera, aunque esto se verifica solamente si consideramos las películas nominadas a las categorías principales, y omitimos a “King Kong”, “The Chronicles of Narnia” y otros pocos nominados en categorías menores. Sin embargo, como es recomendable, puesto que dicen que si uno va al cine sin expectativas no corre el riesgo de salir decepcionado, acudí sin realmente demasiadas ideas respecto a la película, simplemente dispuesto a ver lo que auguraba ser, al menos, una película de perfil medio – alto salida de la industria hollywoodense.
La historia es sencilla y se resume a la de una joven madre ‘soltera’ que se ve forzada (en parte por maltratos conyugales y por la ‘honrilla’ de no vivir del dinero paterno) a trabajar en la corporación minera Pearson, sostén económico de la comunidad entera donde vive (como es frecuente en el “sur pobre” de EEUU) y afianzada sobre basas machistas de ultranza, epitomizadas por un puñado de “mineros”, todo machos y rudos, que se encargan de hacerle la vida imposible a cuanta mujer se atreva a meterse como minera. Pero Josey Aimes (Charlize Theron) tiene dos particularidades, es una mujer guapa (y esto la hace proclive a mayores y peores acosos) y además no está dispuesta a “tragarse” ese tipo de tratos por parte de sus colegas. Y decide plantar cara, primero de manera interna a su empresa, elevando su queja a ultra chauvinistas jefes de sección, luego escalando niveles dirigenciales con las quejas para finalmente entablar una acción judicial contra la empresa Pearson. Por supuesto que los ‘generosos’ guionistas nos entregan una suerte de timorata historia de amor entremedio, problemas familiares propios de una madre soltera con un hijo adolescente y una niña de escuela, conflictos con su padre también minero y alguna que otra cuestión relacionada a la vida personal de la protagonista.
Charlize Theron, nominada por este papel precisamente, cuaja una actuación bastante pareja y completa, demostrando su capacidad de transformarse físicamente (como ya hiciera en su oscarizada “Monster”) en este caso en una madre sureña bastante simpática pero atormentada a su modo. También sobresale Frances McDormand, igualmente nominada pero como secundaria, con un papel de una líder sindical femenina que un poco con su actitud de “mujerona dura” consigue algunos logros laborales para sus compañeras. Lo que de ella me sorprendió bastante fue su muy lograda transformación final, aunque ya desde un principio su figura es más bien poco glamorosa y tirada a la demacrada estampa de una mujer trabajadora. El que me dejó un poco decepcionado fue Woody Harrelson, de quién hubiese cabido esperar más dadas sus habilidades histriónicas, aunque esto es un pecado atribuible al guión y el desarrollo que hace de sus personajes, más que al actor o su labor.
Debo reconocer que no se trata de una gran película, puesto que no se decanta ni por ser totalmente testimonial ni puramente sentimental, y aunque se aborda siempre desde un punto de vista favorable a la protagonista, se queda a medias tintas entre lograr lástima por ella y la simple indiferencia ante su “trágica” situación. Es natural que dadas sus características el final no pueda ser otro que una “victoria” por parte de las, en este caso, mineras hostigadas, por lo que una sorpresa en este sentido no es de esperarse.
Si algo no se le puede quitar al desarrollo de la trama es lo compacto de su historia, aunque hay algunos raccontos que no terminan por afianzarse y quedan sueltos del hilo narrativo, pero sin quitarle cohesión al guión (quizás hasta demasiado comprimido).
De igual manera la factura cinematográfica es apreciable y se puede disfrutar de bastantes tomas de la mina en operación, sus explosiones, el vaciado de la roca mineral, las vistas aéreas de la planta, la maquinaria pesada en acción, etc. Aunque estas tienen más que ver con un comercial de yanki de Caterpillar que con la infernal secuencia de altos hornos siderúrgicos que nos entregara Luchino Visconti en su “La Caduta degli Dei”.
Pero ¡cómo olvidar la música!, Bob Dylan a raudales. Ya sea en su propia voz (ya saben, nadie toca a Dylan como Dylan) o versionado por otros, no es posible evitar disfrutar la plétora de canciones que van desde una muy bien colocada “Lay Lady Lay” hasta la casi oficial “Girl of the North Country” pasando por “Tell Ol’ Bill" y otros al menos cinco temas sacados de la colección del genial Bob. No puedo negar que este factor permitió, quizás, que disfrute la película un poco más, procurando descubrir a Bob Dylan cada vez que se apareciese, en complicidad con mi compañero de butaca.
Entonces, ya cerrando este breve comentario, queda recomendar la película para aquellos interesados en historias de vida al estilo Hollywood, aunque en este caso se trata de una bastante mejor lograda que el común denominador de esta industria, o para pasar un rato con una trama interesante y no subyugante, o hasta de alternativa a las “comedias románticas” que suelen preferir las cinéfilas. No se trata de una película “magnífica”, debo reiterar esto, pero sin duda se deja ver. Es más, si la media de los producido por Hollywood estuviese cerca de la factura de esta película, el mundo sería un lugar mejor. O al menos podríamos ver más y mejor cine sin sentirnos culpables.
La historia es sencilla y se resume a la de una joven madre ‘soltera’ que se ve forzada (en parte por maltratos conyugales y por la ‘honrilla’ de no vivir del dinero paterno) a trabajar en la corporación minera Pearson, sostén económico de la comunidad entera donde vive (como es frecuente en el “sur pobre” de EEUU) y afianzada sobre basas machistas de ultranza, epitomizadas por un puñado de “mineros”, todo machos y rudos, que se encargan de hacerle la vida imposible a cuanta mujer se atreva a meterse como minera. Pero Josey Aimes (Charlize Theron) tiene dos particularidades, es una mujer guapa (y esto la hace proclive a mayores y peores acosos) y además no está dispuesta a “tragarse” ese tipo de tratos por parte de sus colegas. Y decide plantar cara, primero de manera interna a su empresa, elevando su queja a ultra chauvinistas jefes de sección, luego escalando niveles dirigenciales con las quejas para finalmente entablar una acción judicial contra la empresa Pearson. Por supuesto que los ‘generosos’ guionistas nos entregan una suerte de timorata historia de amor entremedio, problemas familiares propios de una madre soltera con un hijo adolescente y una niña de escuela, conflictos con su padre también minero y alguna que otra cuestión relacionada a la vida personal de la protagonista.
Charlize Theron, nominada por este papel precisamente, cuaja una actuación bastante pareja y completa, demostrando su capacidad de transformarse físicamente (como ya hiciera en su oscarizada “Monster”) en este caso en una madre sureña bastante simpática pero atormentada a su modo. También sobresale Frances McDormand, igualmente nominada pero como secundaria, con un papel de una líder sindical femenina que un poco con su actitud de “mujerona dura” consigue algunos logros laborales para sus compañeras. Lo que de ella me sorprendió bastante fue su muy lograda transformación final, aunque ya desde un principio su figura es más bien poco glamorosa y tirada a la demacrada estampa de una mujer trabajadora. El que me dejó un poco decepcionado fue Woody Harrelson, de quién hubiese cabido esperar más dadas sus habilidades histriónicas, aunque esto es un pecado atribuible al guión y el desarrollo que hace de sus personajes, más que al actor o su labor.
Debo reconocer que no se trata de una gran película, puesto que no se decanta ni por ser totalmente testimonial ni puramente sentimental, y aunque se aborda siempre desde un punto de vista favorable a la protagonista, se queda a medias tintas entre lograr lástima por ella y la simple indiferencia ante su “trágica” situación. Es natural que dadas sus características el final no pueda ser otro que una “victoria” por parte de las, en este caso, mineras hostigadas, por lo que una sorpresa en este sentido no es de esperarse.
Si algo no se le puede quitar al desarrollo de la trama es lo compacto de su historia, aunque hay algunos raccontos que no terminan por afianzarse y quedan sueltos del hilo narrativo, pero sin quitarle cohesión al guión (quizás hasta demasiado comprimido).
De igual manera la factura cinematográfica es apreciable y se puede disfrutar de bastantes tomas de la mina en operación, sus explosiones, el vaciado de la roca mineral, las vistas aéreas de la planta, la maquinaria pesada en acción, etc. Aunque estas tienen más que ver con un comercial de yanki de Caterpillar que con la infernal secuencia de altos hornos siderúrgicos que nos entregara Luchino Visconti en su “La Caduta degli Dei”.
Pero ¡cómo olvidar la música!, Bob Dylan a raudales. Ya sea en su propia voz (ya saben, nadie toca a Dylan como Dylan) o versionado por otros, no es posible evitar disfrutar la plétora de canciones que van desde una muy bien colocada “Lay Lady Lay” hasta la casi oficial “Girl of the North Country” pasando por “Tell Ol’ Bill" y otros al menos cinco temas sacados de la colección del genial Bob. No puedo negar que este factor permitió, quizás, que disfrute la película un poco más, procurando descubrir a Bob Dylan cada vez que se apareciese, en complicidad con mi compañero de butaca.
Entonces, ya cerrando este breve comentario, queda recomendar la película para aquellos interesados en historias de vida al estilo Hollywood, aunque en este caso se trata de una bastante mejor lograda que el común denominador de esta industria, o para pasar un rato con una trama interesante y no subyugante, o hasta de alternativa a las “comedias románticas” que suelen preferir las cinéfilas. No se trata de una película “magnífica”, debo reiterar esto, pero sin duda se deja ver. Es más, si la media de los producido por Hollywood estuviese cerca de la factura de esta película, el mundo sería un lugar mejor. O al menos podríamos ver más y mejor cine sin sentirnos culpables.